R. Fischer
En algún momento he escrito sobre el sorprendente hecho que los gobiernos recientes tienden a producir políticas públicas que son del agrado de la oposición y que desagradan profundamente a sus adherentes. Eso explica los autoflagelantes de los gobiernos de la Concertación, molestos con esos gobiernos porque:
- Los presupuestos eran responsables,
- Muchas políticas estaban basadas en argumentos económicos intachables,
- Se focalizaban los subsidios,
- Habían muchos acercamientos a la empresa privada.
- Redujeron los impuestos a los altos ingresos
Este fenómeno explica el odio que tiene la izquierda más dura hacia los partidos de izquierda establecidos (incluyendo especialmente al partido comunista), a los que consideran traidores. Este gobierno también ha decepcionado a sus adherentes, porque
- Ha mantenido un deficit permanente
- Ha introducido subsidios poco focalizados (el 7% a la tercera edad, el apoyo financiero al 90% de los estudiantes universitarios, el postnatal con tope de 67UF).
- Ha elevado los impuestos a las empresas, y no ha reducido los impuestos a los altos ingresos.
- No ha hecho nada conservador en términos de medidas en favor de la moral consevadora, y más bien ha sido liberal en esos temas.
Supongo que pronto aparecerán grupos conservadores que atacarán a los gobiernos de la Alianza (si dura más de un período) por haber traicionado sus principios.1.
La explicación parece ser sencilla: los gobiernos tienen asegurado una parte del electorado, la que los apoya para ser elegidos (la molestia con el gobierno tendría que ser enorme para que un conservador votara por la Concertación y viceversa en el caso de un izquierdista). Por lo tanto, el dilema político del gobierno es como atraer los votos y el apoyo de quiénes están indecisos, que se encuentran más al centro, y por eso hay que impulsar políticas más centristas de lo deseado por los partidarios.
Asimismo, si se desea aprobar leyes, al menos algunas de éstas –las de quórum calificado– deben tener apoyo de la oposición, y eso requiere leyes que les parezcan atractivas. Por último, esas políticas tienen la ventaja de enredar a una oposición que pierde sus banderas de lucha (usando un cliché).
Nota: 1. El odio a los partidos establecidos viene de antiguo y ya Marx denuncia el infantilismo revolucionario. Al asociar esas tendencias con la juventud Marx predijo bien: entre los estudiantes de la FECH, la Alianza PC-PS está a la derecha en el espectro partidista.