R. Fischer
El gobierno está preocupado por el número de accidentes causados por conductores que conducen bajo la influencia del alcohol. Para enfrentar el problema, plantea hacer más estrictas las leyes, reduciendo el nivel máximo de alcohol en la sangre a 0.3 gramos por litro, desde los actuales 0.5 gramos. También se estudia reducir el nivel considerado de ebriedad desde los actuales 1.0 gramos por litro a 0.8 gramos.
Con el nivel actual de su estándares básico (0.5 gramos por litro), Chile se encuentra en el nivel internacional de dureza de la regla, habiendo pocos países con índices más estrictos. Países como Canadá, Nueva Zelandia, Singapur, Reino Unido y los Estados Unidos mantienen la prohibición de conducir por sobre el límite de 0.8 gramos por litro. Rebajar el límite máximo de alcohol en la sangre parece ser otro caso más de tratar de resolver un problema aprobando una ley, porque eso es popular y fácil, sin resolver el problema de fondo, que es el de los conductores ebrios que causan accidentes. Por lo tanto, parece razonable reducir el umbral de ebriedad, al nivel de los demás países, pero no lo es reducir el estándar básico.
Después de todo, los que chocan bajo la influencia del alcohol no lo hacen porque tomaron un vaso de vino. Se puede hacer una excepción con quienes recién aprenden a conducir, los que deberían ser sometidos a reglas más estrictas porque aún no poseen los automatismos de quienes tienen más experiencia de manejo. Tomar uno o más probablemente dos vasos de vino puede aumentar levemente el riesgo del conductor, pero en forma moderada, como lo hacen muchas otras conductas de los conductores, sin que por ello estén prohibidas. ¿Será más o menos el riesgo de conducir distraído, conversando con los pasajeros o mirando el paisaje? Dudo que alguien haya hecho la comparación de los riesgos involucrados, pero conversar con los pasajeros o mirar el paisaje no está prohibido per se, y aumenta (levemente) el riesgo al conducir.
El cuadro siguiente permite comparar el riesgo relativo de diferentes niveles de consumo de alcohol (La referencia es Travelling Speed and the Risk of Crash Involvement, Kloeden CN, McLean AJ, Moore VM y Ponte G, 1997). En ella se muestra, por ejemplo, que conducir con 0.5 gramos por litro de alcohol es equivalente a conducir a 65 km/h en una zona de 60km/h, y que el riesgo relativo es 1.8 veces el de conducir a 60km/h.
Se podría pensar que no hay daño en tener una ley más estricta de lo necesario para detener las conductas que se desea eliminar, pero esta conclusión es errónea. No se trata solo de un argumento –de tipo libertario– que sostiene que las leyes deben valorar la libertad de las personas contra el riesgo que suponen las consecuencias de sus conductas sobre los demás. Sin considerar estos argumentos valóricos, se pueden realizar argumentos de eficiencia legal. Penalizar conductas que la mayor parte de las personas acepta como razonables distrae recursos de fiscalización hacia comportamientos que no son altamente riesgososs. Peor aún, la ley pierde legitimidad y violarla se convierte en algo socialmente aceptable.
El problema es que la aceptación social de una conducta que es penalizada no distingue entre índices bajos de consumo de alcohol y consumos elevados. Además, la fiscalización de un delito que no es condenado socialmente se hace difícil, porque incluso quienes deben fiscalizar pierden la certidumbre sobre sus acciones. En resumen, me parece que sería más sano para la sociedad mantener el límite actual de 0,5 gramos por litro para conducir bajo la influencia y preocuparse especialmente de castigar a quienes tienen niveles superiores a 0.8 gramos por litro. Al concentrar los castigos en quienes todo el mundo acepta que son un peligro para los demás, se legitimiza la ley y se concentran los esfuerzos donde realmente se necesitan.