Privilegios para las universidades estatales.

R. Fischer

Estudié y trabajo en la U. de Chile. Mis padres, hermanos y primos estudiaron en ella. Por lo tanto, le tengo afecto a la U. y valoro lo que significa para el país. Pero la pregunta que me interesa ahora no tiene que ver con el afecto, sino con los privilegios especiales que muchos académicos creen que merece. Esta es una de las cosas que me mmolesta. porque cuando se entregan privilegios, se excluye en forma arbitraria a los demás. En particular, se anula la la competencia entre universidades, lo que es clave para su desarrollo.

En el Panel sobre el futuro de la UCh que mencioné ayer, uno de los panelistas describió el «Nuevo trato» que exige la UCh. Son $200.000 millones anuales que irían a la UCh. por ser la UCh. Claro, se dice que la UCh. asumiría una serie de labores, pero la pregunta no es solo ¿de dónde salió una cifra tan enorme (que parece cubrir los costos del hospital, que ya son pagados casi en su totalidad por Fonasa)? sino también ¿No es una frescura de la U. de Chile exigir un privilegio especial de este tipo?

Leyendo hoy una carta aparecida hoy en El Mercurio, se puede entender de donde sale esta arrogancia de la UCh. frente al país (Nota: aclaro, por transparencia, que el autor de la carta es de un pariente político). La carta se refiere al uso de los campos clínicos, es decir de los hospitales, como lugares para educar en forma práctica a los estudiantes de las carreras de salud. Los campos clínicos son un recurso escaso, ya que hay una gran cantidad de programas de estudios relacionados con la salud, muchos de ellos de universidades privadas. La forma de asignar estos campos a los distintos programas ha dado lugar a conflictos en los cuales los privilegiados (las universidades que tradicionalmente entregan estos programas y tienen acceso a los campos clínicos, pero en especial la UCh) defienden sus privilegios, intentando evitar el acceso de la nueva competencia. Veamos pues la carta:

«En su artículo «Reforma educacional: todos se declaran perdedores», el señor Pedro Uribe Jackson, rector UNAB, considera que la indicación en la partida Salud del presupuesto 2012 «que da preferencia a los planteles CRUCh para el uso de campos clínicos de los hospitales públicos» representa «una discriminación injustificada hacia los alumnos de universidades privadas». Una obvia interpretación alternativa sugiere que la indicación en cuestión pretende, por una parte, valorar y refrendar las relaciones entre universidades y servicios hospitalarios que se enraízan en una historia y se proyectan en un compromiso estratégico; y, por otra, evitar que tales compromisos académico-asistenciales se transformen en un remate al mejor postor de cupos en hospitales para estudiantes de carreras de la salud.»

He marcado con itálicas algunas frases. En este párrafo se hace referencia a la historia, como uno de los aspectos que hacen que la UCh. debe ser tratado en forma distinta de las demás. La carta prosigue:

«Por ejemplo, si se desconoce el carácter público de la Universidad de Chile es imposible entender sus lazos indisolubles con el sistema de salud público, la lealtad que le han guardado sus académicos, la asertividad de sus estudiantes, la imagen de identidad que despierta en el país entero y la resiliencia increíble mostrada en las condiciones más adversas.»

Aquí se afirma una característica de esencia, que hace imposible que las otras universidades se puedan comparar con la U. de Chile. No todas las universidades pueden ser iguales: algunas son y serán siempre incomparables (en el sentido de que no se pueden medir con la misma vara, o inconmensurables). Y la carta concluye señalando que los que van a universidades nuevas., o privadas, deberían haberlo pensado mejor, porque su educación será peor (pues no tendrán acceso a los campos clínicos del Estado):

«Si algún estudiante de alguna hipotética universidad privada se sintiera discriminado en su acceso a hospitales, mal podría culpar de ello a una indicación de la partida Salud del presupuesto 2012. Por el contrario, debería dirigirse a quienquiera irresponsablemente le hubiera ofrecido una carrera del área de la salud sin contar con instituciones asistenciales donde desarrollar su práctica clínica.»

El párrafo final refleja una arrogancia que debe ofender a los estudiantes de otros planteles. Es decir, si no pudieron entrar a la U. de Chile, tendrán que tener una peor educación, no porque sus profesores sean más malos, ni porque ellos (los estudiantes) son menos capaces, sino porque no se les dará acceso a los campos clínicos, porque por principio no pueden tener acceso a ellos.

Como lo he mencionado antes, no me gustan las diferencias de esencia. Me recuerda la argumentación de los aristócratas franceses de fines del siglo XVII (antes de la Revolución), cuando enfrentaban el ascenso de los burgueses en todas las áreas. En un paralelo universitario II hice esta comparación, pero me gustaría resumirla con un cuadro que presenté en el Panel sobre el futuro de la U. de Chile.

Estoy seguro que el autor de la carta en cuestión rechaza los argumentos de la aristocracia para defender sus privilegios frente al avance de los burgueses, pero los reproduce en su propia argumentación. Podrá buscar todos los «compromisos», los «lazos indisolubles» y otras virtudes que hacen que la U. merezca privilegios especiales, pero al final terminan siendo argumentos sobre la esencia, y por ello no se distinguen de los argumentos de los aristócratas franceses.

Una buena noticia

R. Fischer

Los estudiantes que se tomaron la Casa Central de la Universidad de Chile están pintando y limpiando su frontis. Es una buena noticia que le devuelve algo de dignidad a la U. El hecho de reparar algo del daño que le han causado a la Universidad no los exculpa, peo al menos es un punto en su favor.

Nota posterior: Esta entrada fue un error: pasé hace poco por la Casa Central, y volvió a tener la mala imagen de la toma. Da vergüenza y los estudiantes que la tienen tomada deberían ser criticados en permanentemente por las autoridades universitarias y por la FECH. No hacerlo es una irresponsabilidad contra la Universidad que dicen defender.

Líderes estudiantiles

R. Fischer

El viernes pasado hubo una marcha que terminaba entre Beaucheff, donde está la FCFM (Fac. de Ciencias Físicas y Matemáticas), y el Departamento de Ingeniería Industrial, donde trabajo, ubicado a unas tres cuadras por Blanco.

Había cierto temor en la Facultad ante la posibilidad que se repitieran los hechos de la última marcha, que terminó con cientos de encapuchados y otros participantes (miles en otras versiones) dentro de la Facultad, tirando piedras a los polícias y éstos tirando lacrimógenas y agua al interior del recinto. Par evitar daños, se llamó a los académicos a que esta vez «defendieran la Facultad», frenando la violencia encapuchada en la Facultad.

Decidí participar en la «defensa», lo que significó que tuve que cruzar la marcha de lado a lado. No fue mucho problema porque la convocatoria fue baja. Calculé unas 3.500-5.000 personas, pero según carabineros habían 10.000. Mi cálculo se basó en que solo habían tres cuadras de Blanco ocupadas, con grandes espacios –incluso medias cuadras– vacíos. La gente estaba tranquila, los vendedores de jugos frescos y dulces se movían sin problema entre la gente, y nadie prestaba mucha atención a lo que estaba pasando en el escenario. El ambiente era relajado y juvenil.

Una calle lateral (la L que forma Gay que vira a Blanco) estaba llenos de encapuchados, se vendían limones, muchos tenían máscaras antigás. Vi a un adolescente tirando piedras (pequeñas) hacia un departamento del quinto o sexto piso. Cuando se lo reproché me explicó que estaban tomando fotos. Le señalé que estaba lleno de gente tomando fotos a su alrededor. No creo haber tenido mucho efecto.

Caminando por Blanco, entre las barreras y gente, llegué a Club Hípico. Al mirar hacia Gay, vi a encapuchados corriendo a toda velocidad. Poco más atrás apareció el Guanaco. Al rato la escena de repetía, pero en la dirección contraria. Solo podía ver la intersección de Gay y Club Hípico, y se veía como un ritual, o tal vez los Keystone Cops de la películas de principios del siglo XX.

Entré a la Facultad por una puerta lateral alejada de las manifestaciones. Todo tranquilo, y las puertas más expuestas estaban cerradas con gruesas cadenas. Encontré al Decano junto al Presidente del Centro de Estudiantes de Ingeniería (CEI) y uno de los directivos del CEI. Estaban tratando de convencer al decano de que quitara las cadenas. El decano, impertérrito, solo sonreía mientras se negaba.

Los dirigentes se excitaban, así que decidí meterme, y les pregunté cual era el motivo para quitar las cadenas. Es que tal vez sea necesario, me dijeron. Pregunté por qué. Respondieron que si la policía arrinconaba a los encapuchados, éstos debían tener la posibilidad de ingresar. Les dije que con lo amplio de las calles en la zona, era imposible arrinconar a los encapuchados. Los dirigentes seguían insistiendo, lo que confirmó mi sospecha de que lo que querían era facilitar la entrada a la Facultad, para que desde ahí pudieran hostilizar a la policía sin temor. En resumen, en mi opinión a los dirigentes no les interesaba la Facultad, sino su objetivos políticos y estaban dispuestos a usar cualquier argumento para conseguirlos.

Les pregunté si creían estar jugando «al pillarse con capilla», y el Presidente me miró con desprecio, mientra el otro dirigente se ofendió. No le hice caso e insistí en que ellos estaban cooperando con los encapuchados y las tomas. El dirigente me dije que ellos habían intentado bajar las tomas, como el de la Torre Central cuando se votó por primera vez volver a clases. Les dije que había estado ahí y no los había visto. Además, no oí condenas a los que se tomaron la Torre Central contra una votación democrática. Se fueron.

Estaba un poco enojado así que me puse a discutir con otro académico que estaba a favor de permitir la entrada (había sido dirigente hace una década o algo más, lo que explica su posición). Al poco rato nos pusimos a conversar de su especialidad, estructuras, de la que aprendí bastante y quedamos amigos. Mientras conversábamos, la lucha encapuchados — policía cedía y se abrieron las puertas–. No había pasado nada.

Aprendí que los actuales dirigentes estudiantiles son tan poco sinceros y sin principios como los peores políticos profesionales. Además, comprobé que en nuestra Facultad el movimiento ha creado divisiones interdepartamentales. Civil y Geología están cuadrados con los estudiantes desde el principio. Computación y Electricidad también tienen esa tendencia aunque más moderada. Industrias y sobre todo Matemáticas están en la posición contraria, con mucha vehemencia en el caso de algunos matemáticos.

El discurso del rector

R. Fischer

No quiero criticar constantemente a nuestro rector, pero es difícil dejar pasar algunas de sus actuaciones sin comentarios. Creo que los acontecimientos se le escaparon de las manos, y que el movimiento estudiantil persigue objetivos muy distintos de los suyos, pero como hasta ahora no se desmarca de ellos, y fue quién les dio espacio al principio, no puede escapar a su responsabilidad hasta que asuma el costo de criticarlos. Consideremos el discurso que pronunció en el aniversario 169 de le Universidad. El rector mostró su molestia por no haber podido celebrar el aniversario en la Casa Central que sigue tomada luego de más de cinco meses, asegurando que:

«se les ha faltado el respeto a nuestros símbolos institucionales».

y agrega que los movilizados abusan:

«de nuestro rechazo a usar la fuerza física, que aunque legítima, siempre es dolorosa y de nociva huella».

En su discurso no se desliza ninguna crítica a la dirigencia estudiantil. Esta dirigencia ha apoyado implícitamente a quiénes se tomaron la Casa Central y nunca han exigido perentoriamente su salida (hipócritamente dicen que no apoyan la toma, pero los hechos mandan). ¿Por qué no se atreve a decir el rector que los estudiantes movilizados le están causando un daño terrible a la Universidad?
El rector aún no reconoce que los dirigentes estudiantiles lo han manipulado como han querido, y que no ha conseguido nada al no criticar sus actuaciones. Peor aún, describe a los sacrosantos estudiantes movilizados como teniendo una:

«actitud valiente, generosa y luchadora de nuestros estudiantes.»

Yo solo observo la última de las actitudes citadas. Movilizarse para evitar pagar por la universidad me parece poco generoso, y no veo valentía, debido a que el rector indica que los estudiantes nunca enfrentarán la fuerza física.

En otra parte de su discurso se refirió a su reciente debacle judicial en el intento de no aplicar la Ley de Transparencia a la Universidad. Como alternativa pide extender las obligaciones contenidas en la normativa a otras universidades:

«Todas las instituciones de educación superior tienen que cumplir con las mismas normas de transparencia y entrega de información pública. ¡Es inaceptable que estas normas sólo se exijan a las universidades estatales! También deben ser exigidas a las instituciones privadas, por cuanto hay recursos públicos de por medio»

Esto me parece absurdo. Bajo ese criterio cualquier empresa que opera con el Estado tendría que someterse a las mismas normas de transparencias que rigen para los órganos del Estado. Es decir, no solo las universidades que reciben recursos (a través de los préstamos para los alumnos y fondos de investigación), sino también empresas constructoras, y las miles de empresas que participan en Chilecompras. La regla se le exige a la U. de Chile porque la U. de Chile es un organismo del Estado y no porque recibe recursos públicos.

La situación sería otra si como Universidad nos separáramos del Estado, pero si seguimos con la relación carnal que tanto agrada al rector, no queda otra que seguir las normas de transparencia que éstas nos exigen. Para que no se preocupe el rector, las demás universidades van a tener una Superintendencia que las fiscalice, y de una manera mucho más intrusiva de lo que me parece razonable.

El aniversario de la U. de Chile

R. Fischer

Una cosa que no entiendo es el motivo por el se omite que la Universidad de Chile es la continuadora de la U. de San Felipe, fundada en 1747. Ésta a su vez es precedida por la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino establecida en 1622, pero que derivaba de una escuela anterior que operaba ya en 1595.

Una posibilidad es considerar a 1622 como el momento fundacional. Los profesores domínicos de la U. Santo Tomás fueron luego catedráticos de la U. de San Felipe al crearse ésta y disolverse las dos universidades pontificias (había también una universidad jesuita). Los bienes y el claustro académicos de la U. de San Felipe se transformaron en la U. de Chile al extinguirse la primera por un Decreto Supremo. Otro decreto declara la continuidad entre ambas instituciones. En tal caso deberíamos estar celebrando el aniversario 389 de la universidad.

Si en cambio, se toma 1595 como la fecha fundacional, la universidad estaría cumpliendo 416 años y sería una universidad venerable. Esta manera de fechar no es poco común. Por ejemplo, la U. of Pennsylvania, a la que asistí, toma 1740 como su fecha fundacional, pese a que fue incorporada como college solo en 1755 y que solo comenzó a operar como escuela en 1649.

Parece que hay un motivo ideológico para la omisión del pasado. Tal vez se pensó que una universidad laica no podía tener un pasado pontificio. Pero por otro lado, ¡cuánto mejor suena cumplir 416 años que 169! El prestigio de la U. aumentaría al remarcarse la continuidad de la universidad y su antiguo origen. Podríamos volver a considerar a la PUC como una universidad advenediza, con sus solo 123 años de existencia (En Oxford el recién llegado New College fue fundado en 1379). Seríamos casi cincuenta años más antiguos que Harvard.

Nota: Pese a que conocía grosso modo esta historia, he usado a Wikipedia para verificar los detalles.

La incómoda situación del rector

R. Fischer

La situación del rector da un poco de pena. Claro que el caso que le da origen es su culpa. No se puede simultáneamente alegar que se es una Universidad íntimamente ligada al Estado –por lo que merece un tratamiento especial– y al mismo tiempo no esperar que se le apliquen las mismas condiciones de transparencia que las que tiene el Estado. Es natural que con los argumentos que defiende el rector pierdan ante a la Corte de Apelaciones primero y el Tribunal Constitucional luego.

Si se quiere reclamar el mismo tratamiento que las empresas del Estado que funcionan en forma autónoma, entonces no se pueden pedir favores especiales, porque ellas no los reciben (dejo fuera a Enap y Ferrocarriles, en el primer caso porque su condición actual no es aceptable y debería convertirse en una empresa normal, y en el segundo porque sabemos como funciona ferrocarriles). Por ejemplo, una empresa portuaria estatal no enfrenta condiciones distintas de las que tienen las empresas privadas dedicadas al mismo rubro: se acoge a la ley laboral, tiene directorios autónomos, presenta balances auditados y no espera recibir subsidios del Estado. Es por ello que no están sometidas a las mismas reglas de transparencia del Estado.

Entiendo la preocupación del rector, porque al revelarse los sueldos de los académicos, pueden ocurrir tres cosas con consecuencias complejas o desastrosas. Que se revelen algunos sueldos muy elevados que puedan provocar rechazo; que se revelen grandes diferencias de remuneraciones entre facultades y departamentos (que son lógicas, por la mayor competencia por atraer académicos en algunas áreas) y que las facultades en peores condiciones salariales exijan igualdad, lo que sería insostenible. Tal vez más importante, cuando la competencia descubra lo relativamente poco que se les paga a algunos académicos, la grúa de la competencia les haga ofertas especiales, y sea difícil conservarlos.

Lo que el rector no parece haber comprendido es que el Estado chileno funciona mal, y que mientras más se arrima la Universidad al Estado, más malos vamos a terminar siendo. El Estado funciona mal justamente por los motivos que tanto atraen a los que apoyan el movimiento estudiantil: inamovilidad funcionaria, diferencias salariales limitadas y comunes a través de los Ministerios, falta de incentivos, excesivo poder de los sindicatos (en nuestro caso, de los estamentos) y el peso de la Contraloría.

Como lo he mencionado muchas veces, es preferible la alternativa de parecernos más a una empresa del Estado autónoma (como los puertos estatales o el Metro). Competiríamos con las otras universidades en igualdad de condiciones, sin favores especiales ni Contraloría.

Un paralelo universitario II

R. Fischer

Finalmente, luego de haber mostrado en Un paralelo universitario I que no se observa ninguna razón objetiva para considerar que las universidades públicas cumplen un rol que amerite que reciban un tratamiento especial, llegamos al punto clave de estos posteos.

En algún momento del pasado, en un país mucho más pobre, con pocos profesionales y una sola universidad importante, nuestra Universidad tenía los atributos que los proponentes de un tratamiento especial le atribuyen. Los tiempos cambiaron, y ya no es la única universidad con esos atributos, por lo que no me parece que haya un motivo para tratarla mejor de lo que indican sus méritos reales, medidos con parámetros objetivos. Pero no es lo que quiere, por ejemplo, nuestro Rector y quiénes apoyan su posición, sino un tratamiento diferente por una característica intrínseca: la de ser estatales. No se quiere que los estudiantes elijan libremente entre universidades, usando subsidios a la demanda. Tampoco se desea que los fondos de investigación sean concursables, sino de darle una ventaja permanente a la U. de Chile, que haga imposible que otras puedan competir con ella. Pensando en este tema y porqué no me dejaba un mal sabor en la boca, finalmente encontré el paralelo que me permitió entender esa sensación.

Lo que desean los estudiantes organizados y los académicos que los apoyan es equivalente a la lucha de la aristocracia contra las fuerzas niveladoras de la burguesía hacia el final del siglo XVIII en Francia.

Hay un grupo en decadencia relativa (la aristocracia antes y las universidades estatales ahora), orgulloso de una historia gloriosa. Enfrenta un grupo que comienza alcanzar su nivel en todas las dimensiones (la burguesía para la aristocracia, las universidades privadas para las estatales). Los aristócratas luchan para preservar sus privilegios, tal como las universidades estatales. Se alega que tienen una historia gloriosa, que todos los políticos (y artistas) importantes pertenecen al grupo, que son los únicos que no se venden, que poseen principios y que son los que representan lo más valioso de la nación. Finalmente, señalan que por el hecho de ser aristócratas –por su esencia– merecen un tratamiento especial, independiente de sus méritos. Esto también me recuerda a un argumento que usan las universidades estatales. Ese paralelo muestra un lado menos atractivo del movimiento estudiantil y de quienes lo apoyan entre los académicos.

Si soy tan crítico ¿Cuál es mi propuesta alternativa para la Universidad? El principio es no dejar de competir, sino hacerlo en igualdad de condiciones.

Primero, salirse del aparato público y dejar la tutela de la Contraloría General de la República. Segundo, cambiar el sistema de elección de autoridades por uno como el que propuse aquí y aquí, que no incluyen la participación de los estamentos en la selección de autoridades universitarias (salvo a nivel departamental). Tercero, solicitaría del Estado y por una vez, recursos para crear un fondo de reserva y mejorar algunas Facultades que requieren ser reformadas para llevarlas a un buen nivel.

Cuarto, en vez de un sistema de gratuidad para los estudiantes, hacer que la deuda estudiantil sea contingente en los ingresos. La idea es que se cobre un impuesto adicional progresivo a los que hayan pasado –no necesariamente terminado– por la universidad. Este impuesto sería muy bajo o nulo para los niveles de ingreso bajo, y se pagaría por, digamos veinte años (menos si se extingue la deuda antes). Si alguien no alcanza a pagar en ese período, se anula el remanente. En tal caso, el estudiante recibió una beca parcial (ex post).

La gracia es que los que se benefician de sus estudios universitarios son los que pagan por el sistema: nadie puede quejarse de pagar si tiene ingresos altos y recibió los beneficios de la universidad. Pero no hace pagar por los estudios de unos a otros que no recibieron el beneficio de la educación universitaria. Es un sistema más justo que la extensión de las becas a quintiles de mayores ingresos o la universidad gratuita. Se aplicaría a todos los estudiantes que no deseen o no pueden pagar mientras estudian. No es una novedad: se usa en Australia, Uruguay (los egresados de la U. Nacional pagan un impuesto adicional) y tal vez se introduzca en lo EE.UU.

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Un paralelo universitario I

R. Fischer

Antes de comenzar este posteo quiero aclarar que deseo que la Universidad de Chile vuelva a ser la mejor universidad del país, y que la FCFM se mantenga como la mejor Facultad del país. Más aún, espero que suba en los rankings internacionales. Pero creo que eso debe conseguirse mediante méritos y no por un acto de gobierno que impide que las otras universidades puedan competir en condiciones similares.

Cuando me hago la pregunta de porqué se requiere una universidad estatal de buena calidad, yo al menos no tengo una buena respuesta. Entiendo que si hay una universidad estatal de alta calidad, se debe intentar preservarla, tal como se hace con todas las instituciones que valen la pena, pero no por su carácter estatal. Si examino los argumentos que se presentan para defender la necesidad de una universidad estatal, solo por el hecho de ser publica, noto veo que no resisten un análisis objetivo.

Primero, se nos dice que la universidad estatal puede «pensar el país». No entiendo bien que significa esta frase, pero si se interpreta como la de ser un centro para generar ideas y políticas públicas, estos centros también existen en universidades nuevas, y algunos de ellos han hecho importantes contribuciones a las políticas pública. Por ejemplo, la Reforma Procesal Penal, uno de los cambios más importantes de las últimas décadas, se diseñó en la U. Diego Portales. Ejemplos como éste hay muchos, lo que significa que una universidad pública no es imprescindible en esta labor.

Segundo, se nos dice que en las universidades privadas no se puede disentir de las ideas de los dueños o controladores y por lo tanto las universidades públicas son un centro de diversidad. El problema es que incluso en aquellas universidades que tienen un dueño que puede hacer lo que quiera con su «empresa», esto podría no ser válido. Si el objetivo del dueño es tener una buena universidad y no solo obtener utilidades, con el pasar del tiempo, el sistema académico adquiere una inercia que hace difícil no respetar ideas distintas. Es verdad que las universidades confesionales tienen problemas con sus dogmas religiosos, lo que representa una desventaja con la que deben cargar y que las lastra como instituciones académicas. Finalmente, Además, hay universidades privadas que no son confesionales y que admiten muchísima diversidad de opiniones en su interior.

Debo señalar que hay menos pluralidad al interior de nuestra Universidad de la que nos vanagloriamos. En nuestra Facultad pasaron varios meses hasta que aparecieron las primera voces que se atrevieron a disentir de la opinión de grupos de académicos con participación activa en el movimiento. Estos académicos eran tan agresivos en sus aserciones que acallaron a los disidentes, algunos de los cuales tal vez temían las consecuencias académicas de hacer públicas sus opiniones. Más aún, hay académicos que estiman (espero que sea solo porque no lo pensaron bien antes de opinar) que pluralismo significa que se puede discutir al interior de la universidad, pero que no pueden haber diferencias públicas respecto a una única versión «versión oficial».

Respecto a otras cosas que se dicen sobre las universidades públicas, como el hecho que son las únicas que hacen investigación, eso está cambiando, y a medida que las mejores universidades privadas completen el pago de su infraestructura, tendrán recursos y podrán competir mejor por proyectos y harán más y mejor investigación.

Aunque la calidad de los estudiantes de la FCFM corresponde a la crema de las cohortes, eso ha estado cambiando, y aunque los estudiantes de las universidades privadas aún son peores que los de la FCFM, es probable que con nuestras huelgas tengan el efecto de desviar algunos de los alumnos con más potencial hacia ellas. Nosotros empeoraremos y ellos mejorarán, lo que reduce nuestras diferencias. Es por ello que debemos cuidar por no cometer nuevamente errores como el de aceptar un movimiento tan costoso.

No estoy en contra de paros cortos por alguna causa que motive a los estudiantes, porque aunque disuaden a algunos, atraen a otros a los que les gusta la idea de una universidad con la imagen de tomarse el país en serio. Por ello, no creo que signifiquen una perdida neta de los mejores estudiantes. Además, tienen un efecto educativo y crean lealtad a la Universidad.

(Continúa en: Un paralelo universitario II).