En el Financial Times, Philip Stevens analiza cómo Londres se ha convertido en un lugar donde los tiranos del mundo depositan recursos o hacen donaciones para mejorar sus imágenes públicas. Tiene una buena cita:
«What Britain offers, if you like, is a coin-operated laundry for the reputationally challenged.»
Y añade que la razón para esto es que es difícil para la prensa investigar lo que pasa con estos tiranos, dado que en Inglaterra la ley de libelo obligan a demostrar los hechos cuando se hace una acusación pública. Además, el simple gasto en una defensa legal es prohibitivo.
En otros países, el estándar es que el demandante (en un caso de libelo) debe demostrar que las aseveraciones son falsas o que fueron acusaciones falsas y además hechas con conocimiento de causa (el caso de lso EE.UU.). Como además la justicia del Reino Unido es expansiva, alcanza investigaciones de prensa en otros países.