Adam Smith y las obligaciones

R. Fischer

Estoy leyendo la Teoría de los Sentimientos Morales, de Adam Smith, como un complemento a la preparación del curso de Historia del Pensamiento Económico. Smith escribe con largas frases (u oraciones, como me enseñaron y nunca quise aprender) elegantes que obligan a subrayar todo el texto por su sentido y forma.

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Adam smith

En la sección en que compara las virtudes de la Justicia y la Beneficencia, señala que la Beneficencia no puede ser obligada; solo puede ser el producto de la voluntad. Ejemplos de Beneficencia son el afecto de un padre por un hijo, o el de un hijo a sus padres, el cariño entre hermanos, o la compasión por el prójimo en desgracia. Nadie puede ser obligado a ser un ejemplo de esta virtud, aunque su carencia es causa de  una mala opinión de los demás, pero no de castigo.

A continuación señala que el príncipe/magistrado –la autoridad– puede obligar a ciertos mínimos de Beneficencia, obligando a los padres a mantener a sus hijos, que los hijos ayuden a los padres en su ancianidad, obligaciones hacia los pobres (las Poor Laws) y otras de este tipo. Esto transforma en un asunto de Justicia un tema relacionado con la Beneficencia. Pero señala que entre todas las obligaciones de un legislador, esta es la que requiere más delicadeza y juicio:

«To neglect it altogether exposes the commonwealth to many gross disorders and shocking enormities, and to push it too far is destructive of all liberty, security, and justice.»

 

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Lápida de Adam Smith, Edinburgo