R. Fischer
«Cada vez que aumenta la libertad, disminuye la equidad,…»
(Helia Molina, Ministra de Salud)
Carlos Peña escribió una carta hoy en el Mercurio sobre la importancia de acabar con el copago. Según él, con eso se anula la diferencia de cuna. Creo que el rector de la UDP, con cuyos artículos normalmente estoy de acuerdo, yerra totalmente en su carta, así como en su columna del domingo pasado.1 La eliminación del copago aumentará la desigualdad de cuna. El motivo es simple, como lo señalé en un posteo reciente: los colegios con copago funcionan como un puente entre los colegios particulares pagados y los colegios gratuitos y al eliminarlos, las diferencias sociales aumentan.2

En su carta, Carlos Peña señala que lo que desea evitar es que las diferencias en la renta familiar se reproduzcan en la escuela. Pero eso es un error de escala: las diferencias sociales que importan no son aquellas entre niños que van a escuelas con copago y quienes van a colegios municipalizados, sino las diferencias entre niños que asisten a colegios que reciben subvención y los que asisten a colegios particulares pagados. Como no hay propuestas para eliminar estos últimos colegios, el efecto de eliminar el copago solo conduce a un aumento en la desigualdad de cuna relevante: la que hay entre quienes pueden pagar un colegio particular pagado y los demás.
Preocupación de los padres y copago
La carta contiene otro error de análisis, que el rector Peña comparte con la Ministra de Salud citada en el epígrafe.3 Según la ministra, las personas de menores recursos no pueden elegir. Eso puede ser verdad en un país en que esas personas están cerca de morir de hambre, pero me parece menos válida en Chile, un país en que la obesidad infantil es un problema generalizado.

Aunque existen paquetes de pobreza extrema que efectivamente no tienen posibilidad de elección, esos afectan solo a un 5% de la población y deben ser tratados con instrumentos especiales. La ubicuidad de la obesidad infantil implica que el resto de la población si tiene posibilidades de destinar recursos a la educación de sus hijos. Los pocos casos que no pueden hacerlo no justifican introducir una medida que afecta al 85 – 90% de la población, quitándoles la posibilidad de sacrificarse en favor de sus hijos.
Porque de eso se trata el copago: es un sacrificio voluntario de los padres en favor de sus hijos, reduciendo su ingreso de libre disponibilidad para destinarlo a mejorar la educación de éstos. Hay padres menos dedicados pueden gastar esos recursos de formas más gratificantes en el corto plazo, pero deberíamos aplaudir a quienes se esfuerzan por el bienestar de sus hijos y no eliminar la posibilidad de que lo hagan.
El copago ataca la desigualdad de cuna
Si realmente deseamos atacar la desigualdad heredada, algo con lo que concuerdo, lo que se requiere es aumentar los recursos público en educación, pero esto sin eliminar el copago. Se debe invertir en mejorar la calidad de los profesores (un problema enorme, pero que no podría cubrir en este artículo), y aumentar la subvención escolar, sin discriminar entre tipos de colegios. Estas medidas elevan el piso de la educación, reduciendo la desigualdad. También significaría crear una competencia real a la educación particular pagada, donde radica la diferencia de cuna que preocupa al rector Peña.

Para que este esquema funcione correctamente, debe existir un buen sistema de supervisión de la calidad, imparcial, y que asegure la confianza de los padres en un nivel de calidad mínima (mucho más alto que el actual) de los colegios, independientemente de su tipo.
Conclusión
Ya tuvimos la experiencia de la PSU, que bajo el pretexto de ser un mecanismo para reducir las desigualdades, tuvo el efecto (totalmente predecible) contrario. Eliminar el copago está de moda en nuestra intelligentsia, pero es otro error que aumentará la desigualdad en nuestra sociedad.4 Si se desea reducir la desigualdad de cuna, se debe mejorar la calidad de los profesores, aumentar los recursos destinados a subvenciones escolares, y preservar el copago.
Notas
1. En mi contabilidad personal de columnas de C. Peña, estimo que estoy en desacuerdo con un 20%, muy de acuerdo con un 30%, hay un 20% que tiene ideas o argumentos notables y novedosos, y el resto responde a una comprensible falta de inspiración en alguien que debe idear un nuevo tema cada semana. Desde mi punto de vista, es el columnista más interesante de nuestra escena.
2. Se podría argumentar, como lo hizo mi coautor E. Engel, que se elimina el copago pero se elevan las subvenciones escolares y que eso reduciría las diferencias con el sistema particular pagado. Ese razonamiento olvida que las diferencias serían aún menores si se mantiene el copago al tiempo que se aumentan las subvenciones.
3. Otro punto raro de la carta de Carlos Peña es que escribe
«Hacer esfuerzos por transitar desde una sociedad contributiva (en la que uno recibe en educación, salud o pensiones tanto como aportó) a una sociedad en que algunos bienes básicos se independicen de esa contribución y dependan, en cambio, de la condición de miembro de la comunidad política, no es asegurar igualdad de resultados, sino evitar que la herencia se repita y la sombra de la cuna se extienda hacia toda la trayectoria vital de las personas.»
Pero esto, aunque suena bello, es contradictorio. Si aseguramos exactamente lo mismo a todos en las dimensiones relevantes de la vida, estamos ante un caso de igualdad de resultados. Si, independientemente de nuestros esfuerzos, los resultados son los mismos en las dimensiones importantes de la vida (pensiones, salud, o educación), porque el gobierno se encarga de neutralizar todos las recompensas de los esfuerzos de las personas, que sentido tiene hacer sacrificios? En particular, si las personas reciben todas la misma pensión, independientemente de su contribución, estaríamos frente a un nuevo impuesto a las personas, y en tal caso, ¿porque no eliminamos las contribuciones y los reemplazamos por más impuestos?
Si, por el contrario, no se desea asegurar igualdad de resultados, sino de un piso mínimo que la sociedad asegura a sus miembros, la discusión es sobre cuál debería ser el nivel del piso mínimo. Pero esto no es lo que Peña escribe en su carta.
4. Es la misma intelligentsia que envía a sus hijos a colegios particulares o, queriendo ser más consistente, al Liceo Manuel de Salas, que tiene un costo similar al de un colegio particular.