Tratamiento terciario de aguas

R. Fischer

Hace pocos días, el Presidente de Aguas Andina concedió una entrevista a El Mercurio en la que analiza las inversiones que la empresa planea en el futuro. Además de la inyección de aguas a las napas subterráneas, de manera de recargarlas, lo que parece una buena idea, el Señor Larraín anunció que están pensando, más a futuro, comenzar tratamientos terciarios de las aguas servidas, dejándolas aptas para el consumo humano.

Hasta ahora la empresa realiza tratamientos primarios y secundarios a las aguas servidas, lo que permite utilizarlas para el regadío. Por esta tarea la empresa recibe una rentabilidad satisfactoria, y con la ventaja de ser muy estable. Como a la empresa le pagan por sus inversiones (si puede convencer al regulador que la empresa eficiente las requiere), le interesa que se requiera cada vez agua más pura.

Pero cual sería el sentido de tratar las aguas que ya poseen tratamiento secundario? Estas ya son de la calidad apropiada para el riego agrícola (después de todo, incluso cando los ríos son impolutos, el agua no es potable), que es lo que se requiere y el motivo para el tratamiento. Se acabó el tifus, la hepatitis A (y el cólera), que aún a mediados de los 90 eran un riesgo. Por supuesto, aquella parte de las aguas devueltas al río, y que son utilizadas por una ciudad aguas abajo requerirán un tratamiento que las haga potables, pero eso será una ínfima fracción de las aguas que reciben tratamiento secundario, dado que Santiago es tanto más poblado que las demás ciudades de la zona.

Sin mayores explicaciones de la empresa, la idea de realizar un tratamiento secundario de las aguas servidas aparece solo como una idea para aumentar el monto de inversiones que tienen una rentabilidad asegurada. .

Sobre el lucro en las universidades

R. Fischer

Se ha dicho que no existen buenas universidades con fines de lucro, y creo que es cierto si consideramos como buenas universidad solo las universidades complejas, en las que la investigación y la creación, además de la docencia, son importantes. Pero eso no significa que todas las universidades deban realizar estas actividades.

Es mejor clasificar las universidades en universidades complejas y de docencia. Las segundas pueden ser muy buenas en su área más limitada. En particular, en Estados Unidos se dice que los mejores colleges dedicados a la docencia son a menudo mejores para los estudiantes que las mejores universidades complejas (en general se trata de colleges sin fines de lucro). Es decir, algunas universidades pueden concentrarse solo en educar, sin dejar por ello de ser útiles para sus estudiantes. En esa tarea específica, determinar si una universidad con fines de lucro es peor que una universidad estatal no es fácil.

Como lo reiteran los estudiantes, el lucro extrae recursos del fin educativo para entregárselos a los dueños de la institución educativa en la forma de utilidades. Pero las universidades estatales también tienen defectos esenciales: los`pocos incentivos a la excelencia y la rigidez debido a su pertenencia al aparato público. Esto es especialmente grave en en universidades estatales de segundo orden, donde la reputación de los académicos (que puede ser un aliciente importante) deja de ser relevante. En las universidades con fines de lucro al menos hay un sistema de incentivos, y son adaptables.

Esto significa que para poder comparar universidades estatales de segundo orden con universidades con fines de lucro, se deben evaluar las consecuencias de estas debilidades. No es evidente que un tipo de universidad sea mejor que la otra. Tal vez se pueda asegurar que ambos tipos deberían ser peores que las universidades privadas sin fines de lucro especializadas en docencia (porque mantienen incentivos y no extraen recursos), siempre que el componente ideológico o religioso de la institución no sea demasiado marcado.

Oí hace poco al vicepresidente de la Fech confundiendo estos criterios, citando a Harald Beyer, quién ha señalado que entre las mejores universidades no hay ninguna con fines de lucro. Pero claramente Beyer se refería a las universidades complejas. No es sano ni apropiado que todas las universidades se dediquen a la investigación y a la creación. Por lo tanto, los argumentos del vicepresidente de la Fech en contra de las universidades con fines de lucro no se sostienen. Dado que es deseable que existan universidades dedicadas a la docencia, y tanto en las estatales como en la con fines de lucro tienen problemas de fondo, no se puede deducir que el lucro haga que un tipo de institución sea peor que otra.