La frescura en la pesca

R, Fischer

Estaré viajando en la zona del Volcán Hudson estos días, así que no podré escribir demasiado. Sin embargo, debo constatar la inmensa frescura de los industriales y semi-industriales (mal llamados artesanales) en la pesca. Hace poco se discutió sobre la licitación de derechos de pesca.

Un numeroso grupo de economistas solicitamos públicamente que se licitaran los derechos, dado que de otra forma se les regalan rentas a las empresas existentes, rentas que en se generan solamente por acción del Estado y que por lo tanto no deberían entregarse a un grupo de presión como un regalo.

Los empresarios y sus lobbistas (que incluyen economistas) replicaron que las rentas no existirían (en tal caso, ¿porqué se oponen a una licitación en que el precio resultante sería nulo?), y que de todas maneras, si existieran rentas, éstas podrían extraerse mediante royalties a la pesca por lo que no sería éste un problema.

La repuesta, es que se si se desea mantener los royalties, éstos pueden mantener, estableciendo un el royalty y luego licitando al precio que resulte. Este proceso elimina las rentas en forma automática, a diferencia de las patentes por si solas, que pueden dejar rentas o ser excesivas. Pero nuestro actual Ministro de Economía y su partido político parecen tener relaciones estrechas con los industriales pesqueros y prefieren mantenerlos felices, y promueven unas licitaciones cosméticas por derechos excedentarios que nunca existen dada la sobrepesca de los actuales pesqueros.

Hoy descubrimos como los argumentos de los pesqueros y sus lobbistas-economistas sobre las patentes eran una simple frescura. En La Tercera de hoy 27 de octubre, en la sección negocios (no puedo hacer el link), el Presidente de Asipes (industriales pesqueros) señaló:

La patente pesquera es un impuesto adicional altísimo y que no lo tiene nadie más: proporcionalmente es muy caro, por lo tanto ese tema va a haber que revisarlo.

Es decir, como royalty y patente son al final la misma cosa, lo que se trata es de reducir lo que pagan las empresas pesqueras, luego de haber usado las patentes y royalties como argumento de que con elles se eliminarían las rentas.

Claramente, la razón para no tener licitaciones es que ellas reducen el poder del lobby de los pesqueros para influenciar el sistema político y extraer rentas a costa del resto de sociedad, a diferencia de lo que ocurre con sus instrumentos preferidos.

La compra de Codelco

R. Fischer

En una muestra de la poca confianza de la ciudadanía en las decisiones del gobierno, éste ha sido criticado porque el Directorio de Codelco va a ejercer la opción de compra por el 49% de la antigua Mina Disputada (que nombre más apropiado), hoy llamada Los Bronces.

Las críticas se han centrado en 1) que el valor es muy elevado, y mayor que lo que vale el 49% de Los Bronces, 2) que hace diez años se podría haber ejercido la opción a un valor de unos US$ 1.000 millones contra los US$ 7.6 mil millones actuales. Por lo tanto, se sugiere, aquí hay gato encerrado.

Examinemos estos puntos. Dado que cuando se anunció que Codelco ejercería su opción las acciones de Anglo American cayeron un 5% por ese solo efecto, claramente Anglo American está peor, y en consecuencia, Codelco está mejor. Es posible que eventualmente caiga el precio del cobre y descubramos que en efecto se sobrepagó, pero eso no se puede saber de antemano. La mejor información sobre lo que va a pasar en el futuro, la del mercado, indica que Anglo pierde.

El mismo argumento se puede usar para defender que no se haya ejercido la opción cuando era más barata. En aquel momento el valor del cobre era de menos de US$ 1/lb, y las predicciones –equivocadas, pero era lo que había en ese instante– es que ese precio o algo similar se mantendría en el futuro. En tal caso, era correcto no ejercer la opción de compra porque no era un buen negocio en esas condiciones. Nadie sabe con certeza lo que va a pasar con los precios del cobre en el futuro, y solo hay predicciones, que en el caso de los commodities como el cobre, a menudo son erróneas.

Este análisis superficial se ve refrendado por uno mucho más sofisticado de Javier Blas que aparece en el Financial Times de hoy:

«What is behind the purchase? Some in the industry fear that the acquisition is a first step into a more assertive mining policy in Chile. I do not think so. The purchase of Anglo Sur appears to be driven by a combination of opportunism, national pride and Codelco’s need for cheap financing.

Firstly, opportunism: The option, which dates back to 1978, is a great way for the Chilean miner to purchase some good assets at a discount price.

Bankers and industry executives believe that Anglo Sur as a whole is worth up to $18bn-$20bn. Indeed, in a separate agreement with Mitsui – which is financing Codelco’s purchase of Anglo Sur from Anglo American – the Chilean miner can repay part of the loan by selling the Japanese trader half of the equity acquired at a valuation of $9.76bn. Diego Hernández – Codelco’s chief executive and a former senior executive at BHP Billiton – is behind the clever deal.
«

Según el autor del artículo, el valor de ejercer la opción es de US$ 3 mil millones, es decir, es lo que gana Codelco al aprovecharla. En resumen, las críticas a la operación provienen de la ignorancia, de la política o son ideológicas (esto último sería raro, ya que con la opción aumenta el tamaño de la empresa estatal, pero a veces no se entiende a los críticos).

John Kay y Thomas Sargent

R. Fischer

Como siempre, John Kay tiene un análisis que vale la pena en su columna semanal en el Financial Times. En este caso trata del reciente premio Nobel Thomas Sargent y sus «expectativas racionales». No hay mucho en los comentarios de Kay que es nuevo, pero la forma como lo escribe y las citas a Sargent y a su arrogancia intelectual (en una entrevista reciente, los críticos al estado actual de la macro son considerados demasiado ignorantes como para merecer respuesta) ameritan algunas citas. Personalmente creo que Sargent merece el premio Nobel por su influencia intelectual, pero algunas de sus ideas principales no han envejecido bien.

Kay critica lo poco útil que es la macroeconomía actual. Según Kay, cuando a Sargent le preguntaron por la forma en que sus investigaciones habían ayudado a entender la actual crisis, respondió que había obtenido el valioso descubrimiento de que los seguros a las cuentas corrientes podían frenar las corridas bancarias. Kay comenta irónicamente que Sargent debe estar al tanto de que el FDIC, que fue creado para cumplir esa función, antecedió su trabajo en 50 años. Respecto a la idea de expectativas racionales, Kay comenta:

«In a brilliant linguistic coup, Prof Sargent and colleagues appropriated the term “rational expectations” for their answer. Suppose the economic world evolves according to some predetermined model, in which uncertainties are “known unknowns” that can be described by probability distributions, Then economists could gradually deduce the properties of this model, and businesses and individuals would naturally form expectations in that light. If they did not, they would be missing obvious opportunities for advantage. «

y sobre los actuales modelos DGSE:

«This approach, which postulates a universal explanation into which economists have privileged insight, was as influential as it was superficially attractive. But a scientific idea is not seminal because it influences the research agenda of PhD students. An important scientific advance yields conclusions that differ from those derived from other theories, and establishes that these divergent conclusions are supported by observation. Yet as Prof Sargent disarmingly observed, “such empirical tests were rejecting too many good models” in the programme he had established with fellow Nobel laureates Bob Lucas and Ed Prescott. In their world, the validity of a theory is demonstrated if, after the event, and often with torturing of data and ad hoc adjustments that are usually called “imperfections”, it can be reconciled with already known facts – “calibrated”. Since almost everything can be “explained” in this way, the theory is indeed universal; no other approach is necessary,
or even admissible.»

Y concluye que Sargent y sus seguidores tienen la ventaja metodológica de solo explicar la crisis luego de que ocurrió.

Creo que la crítica de Kay es algo injusta, (aunque comparto la opinión sobre los modelos DGSE y las expectativas racionales) porque Sargent hizo mucho además de los modelos de expectativas racionales. Pero su influnecia en la macro no ha sido sana, como lo señala Kay.

Paneles ciudadanos

Adoptar un sistema de paneles ciudadanos permite resolver el dilema de cómo permitir la participación ciudadana sin que ésta sea capturada por grupos de interés.

R. Fischer

Una de las características de nuestros tiempos es el empoderamiento de la ciudadanía. Desconfían de los políticos, entre otras cosas porque se teme que hayan sido cooptados por grupos de presión o por objetivos electorales. Los ciudadanos ya no desean que las autoridades dicten las políticas públicas con su aquiescencia, sino que consideran legítimo que las políticas se discutan en el foro público. Además, se supone que todas las opiniones son legítimas, poco importando cuán bien informado están los que las emiten.

En algunos temas especialmente sensibles (tales como los ambientales o educacionales) se desconfía incluso de los expertos, pese a que éstos puedan haber trabajado, pensado o investigado por años en el área. Después de todo, se piensa que han debido trabajar para el Estado o las empresas del sector, por lo que sus opiniones no son confiables. Eso lo vemos en la facilidad como se ha descalificado a la Comisión Asesora de Desarrollo Eléctrico (de la que soy miembro) o a la recientemente nombrada Comisión de Educación.

Como alternativa, se ha planteado la constitución de comisiones con participación de grupos de interés, como el Colegio de Profesores, los estudiantes organizados o los ecologistas duros. El inconveniente es la intransigencia de grupos que no están en la Comisión para alcanzar acuerdos en beneficio de la sociedad, y que ponderen los costos y beneficios de las soluciones propuestas, sino que participan para conseguir sus objetivos como grupo de presión. Al menos las comisiones formada por expertos analizan con conocimiento y algún equilibrio los temas, pues su reputación depende en gran medida del calidad de los razonamientos y no solo de los resultados, a diferencia de los grupos de interés para los que solo cuenta conseguir sus metas.

Las audiencias públicas abiertas tampoco ayudan a tomar decisiones equilibradas, porque normalmente son capturadas por los grupos de interés, ya que son los únicos organizados. Sus intereses difieren de los de la ciudadanía supuestamente representada por estos grupos, por lo que es dudoso que por esta vía se consiga empoderar a la ciudadanía.

Otra alternativa que se ha planteado es que estos temas se decidan mediante plebiscitos. La experiencia de California –con su sistemas públicos, especialmente el sistema educativo, desfinanciado y de calidad cada vez peor– nos muestra que es un mal sistema (algo que la teoría de la ciencia política ha demostrado) y que en es preferible la democracia representativa.

El problema de los plebiscitos es nuevamente la captura por grupos de interés. Primero, hay captura de la pregunta: distintas formas de plantear un tema llevan a distintas respuestas de una misma persona, por lo que los grupos de interés luchan por plantear la pregunta de la forma que les conviene. Esto refleja un problema más fundamental: la mayoría de las personas no tiene tiempo para pensar profundamente sobre un tema, y discernir los pro y los contra de una propuesta de políticas públicas y deciden en base a razonamientos superficiales. Tal como un gobierno no puede actuar en base a encuestas, tampoco debería usar plebiscitos para tomar decisiones que –si son de gran importancia– deberían estar incluidas en su programa de gobierno.

¿Cómo entonces permitir una participación ciudadana legítima e informada? Hay una experiencia de Dinamarca que podría ser útil estudiar con cuidado. En ese país se elige un grupo de ciudadanos normales a los que se les encarga estudiar durante algún tiempo el tema en conflicto, con presentaciones de expertos de las distintas posiciones en disputa, a los que les pueden hacer preguntas. Luego de estudiar, reflexionar y discutir el problema entre ellos, preparan un informe con sus conclusiones y recomendaciones. El mundo político puede adoptar o no las conclusiones del panel ciudadano, pero enfrenta un costo político si no les da importancia. En Dinamarca esto paneles ciudadanos han tenido un rol importante en la adopción de decisiones difíciles y son consideradas un elemento importante de participación ciudadana.

Adoptar un sistema de paneles ciudadanos permite resolver el dilema de cómo permitir la participación ciudadana sin que ésta sea capturada por grupos de interés. Al mismo tiempo es una participación reflexiva, que sopesa los distintos aspectos del tema en cuestión. Por su composición, es difícil descalificarla por supuesta cooptación de sus integrante, como ocurre actualmente con las Comisiones de Expertos. Como las conclusiones no son vinculantes, el poder constituido puede –si cree que es lo más adecuado para el país — desoir las conclusiones del Panel, aunque con ello se expone a un castigo político.

Es una experiencia interesante que deberíamos examinar con cuidado, porque creo que podría resolver varios de los problemas que enfrentan nuestras decisiones de políticas públicas. Sería necesario experimentar un poco para determinar si es posible que con nuestra cultura política podamos adoptar un mecanismo ajeno a nuestras tradiciones y experiencia. Si se pudieran adaptar a nuestra idiosincrasia, los paneles ciudadanos podrían ser un elemento importante en el diseño de nuestras futuras políticas públicas.

El artículo de Tejeda sobre las tomas

R. Fischer

Luego de la toma, ha estado circulando por la Facultad la referencia un artículo de Juan Guillermo Tejeda sobre las tomas. No conocía a Tejeda, y evidentemente es una persona de izquierda que apoya al movimiento estudiantil, y que escribe bien, independientemente de la posición política del lector. Tejeda se queja de lo antidemocrático que es el sistema de tomarse un espacio de carácter público impidiendo su uso para los demás. También muestra las facetas menos agraciadas de la toma y en general de las democracias populares:

«Y me refiero a las democracias populares, a las repúblicas populares, o sea países que son o fueron comunistas, porque muchos de los mecanismos operativos de la universidad en toma están calcados de allí: marchas, asambleas, plebiscitos, declaraciones colectivas, todo un movimiento que en la parte frontal se despliega como una magnífica movilización en contra de los poderosos de siempre, y que en la periferia o en los detalles traseros deja ver unos dispositivos menos gratos: control de puertas, compadres enojados, funas, tendencia a la opinión única, autogestión en los asuntos de orden público, capuchas, barricadas, desolación de los espacios, fortalecimiento de una nueva autoridad que sin dar mucho la cara va tomando el lugar de la anterior. La toma es un poco injusta –reconocen algunos estudiantes con las pupilas encendidas– pero es la única manera de que el poder nos escuche.»

La mecánica es similar con la de los países socialistas (o «democracias populares», que abuso de lenguaje) del pasado. Tejeda observa el carácter de sistemas policiales, sin democracia, donde la propaganda y el control es lo único que interesa, olvidándose de la viabilidad económica y de la búsqueda de la verdad:

«En las universidades populares que reemplazan hoy a las universidades públicas los carabineros no entran, y donde los carabineros no llegan florece naturalmente la capucha. No existe jamás un espacio sin alguien o algo a cargo del garrote, el cual se administra más o menos conforme a la ley o si no de cualquier manera, arbitrariamente.»

«Del mismo modo que las repúblicas populares en su tiempo, las universidades populares se cuidan ante todo de controlar la puerta, el recinto y el calendario de actividades, o sea un poco el ministerio del Interior, el dispositivo de seguridad. Respecto de la economía, y siguiendo también a ese tipo de países, da un poco igual. Y lo académico, bueno, eso siempre es conversable.»

Tejeda concuerda que el resultado será la decadencia de las universidades estatales, y que los que contribuyeron a que el movimiento, inicialmente legítimo, metastatizara a su expresión actual, son responsables.

Tal vez lo más interesante de la columna son los comentarios, pues muchos consisten en ataques ad hominem, la mayoría sin intención de analizar el artículo, sino con el fin de apabullar, avergonzar y acallar por el temor a otros que, siendo inicialmente partidarios del movimiento estudiantil, piensen de la misma forma que el Sr. Tejeda. El moderador ha retirado un gran número de comentarios insultantes, pero entre los que sobreviven se pueden observar los siguientes en los primeros 30 comentarios (sin considerar los censurados):

  • «si anhelas una universidad facha ,hay varias ,puedes escoger ,pero han habido elecciones ,…»
  • «El típico sermón del socialista arrepentido que reduce todo a su experiencia en las dictaduras de Europa del este. […] O es que el cinismo del pequeno burgués solo le interesa sus metros cuadrados de su palacete de egoísmo y de artista egocéntrico?? Pero lo comío y lo bailao en europa del este no te lo quita nadie.»
  • «…su relato Sr., Tejeda nace desde el miedo y de la frustracion por no pertenecer a esta generacion que de verdad esta exigiendo cambios reales.»
  • «Las ratas pequeñoburguesas empiezan a asustarse de la radicalidad de las luchas. Prefieren las peleítas de utilería, la disputa por unas chauchas más o menos. «
  • «Al leer su columna, me pareció estar leyendo LOS AÑOS VERDE OLIVO de Roberto Ampuero, osea ni de allá ni de acá…. quizo pero no fue…[…] A usted le vendría bien una U. del Desarrollo.»

En todo caso, es admirable la valentía del Sr. Tejeda que, por experiencia personal, debía saber que las ofensas lloverían.

La toma de la Facultad

R. Fischer

No es necesario insistir, ya que lo han hecho muchos, en el carácter antidemocrático de la toma en la Facultad. La argumentación usada y que aparece en el Foro y en el sitio del Centro de Estudiantes de Ingeniería (que vergüenza que aparezca como si fuera una declaración legítima, aunque esto tal vez muestre la simpatía del CEI por la toma) es ejemplar en su similitud con el de algunas dictaduras cuando pierden elecciones y tratan de mantenerse en el poder.

¿Que alegan los que se tomaron la Facultad? Sostienen que la intervención de la decanatura en las elecciones hace que esta sea inválida.

«Se ha influido comunicacionalmente en un proceso ajeno a la escuela, se han aprovechado de su gran influencia comunicacional vía “novedades” de u-cursos y de su reconocimiento y legitimidad como autoridad y ser quien supuestamente tiene la última palabra…»

Sostienen también que la Confech aprobó continuar con el paro, y que otras facultades siguen en paro. Por todos estos motivos, es necesaria una nueva votación. Seguramente, si su posición perdiera nuevamente encontrarían una nueva excusa.

Es interesante notar que implícitamente, la declaración de los participantes en la toma establece que los estudiantes que votaron por volver a clases no son dignos de sus voto,s ya que son tan fácilmente influenciables. Segundo, ¿no hicieron ellos publicidad a su causa, incluso posterior a la fecha oficial de término?

Tal vez no es apropiada la comparación, pero es iluminador recordar que en el plebiscito del 98, cuando ganó el No, aunque hubo intentos por desconocer los resultados, finalmente Pinochet debió admitir su derrota y dejó el poder como estaba establecido. Siguiendo el razonamiento usado por los que se tomaron la Escuela, podría haber usado el argumento de que hubo financiamiento externo a la Concertación para exigir un nuevo plebiscito. Un plebiscito manejado más cuidadosamente, esta segunda vez, para no perder.

Nota: Afortunadamante la toma se bajó el mismo día ante la presión insostenible de estudiantes y académicas enfurecidos, que la hacía insostenible. Pero esto no indica que la toma tenga un carácter democrático, sino que simplemente muestra que ante una situación tan inaceptable y frente a tanta oposición, incluso los grupos más decididos y antidemocráticos deben ceder. Si la Facultad se hubiera dividido, con un 20-30% apoyando la toma, habría bastado para sostenerla frente a la gran mayoría que se oponía. Estos grupos no necesitan estar ni cerca una mayoría, sino que solo les basta que haya una fracción (un 20%, por ejemplo) del público que los apoye para mantener este tipo de acciones.

Juan Antonio Morales en prisión

R. Fischer

Hace poco supe de la detención de Juan Antonio Morales, ex presidente del Banco Central de Bolivia y uno de las personas más honorables que he conocido. El Fiscal Nacional lo acusa de peculado, tráfico de influencias y otros delitos, algo incompatible con su estilo de vida tranquilo y su carácter académico. Según parece, la acusación es porque pagos que eran legítimas hace algunos años han sido declaradas ilegales ahora. Se le acusa de recibir sobrepagos (Bolivia usaba el mecanismo de gastos reservados para aumentar los sueldos de personeros importantes, tal como se hacía en Chile hasta unos años), práctica legal cuando se hicieron, aun cuando no sería aceptable ahora. Pero perseguir delitos en forma retroactiva, es decir declarados ilegales posteriormente, viola principios elementales de justicia.

J. A. Morales detenido

Foto de El Comercio.

En el pasado (en la época que lo conocí), Juan Antonio Morales ya había sido acusado ante la justicia en un caso que escondía motivaciones políticas. Según recuerdo, en 1997 se había opuesto –como debía hacerlo en razón de su cargo– al uso de los recursos del Banco Central para apoyar alguna operación de carácter ilícito. Ahora vuelve a aparecer ese caso, que es bien conocido por su carácter político. En todo caso no se hizo rico: nos conocimos cuando participábamos en el programa Speal de cursos de economía en países latinoamericanos organizado por Patricio Meller. El programa no disponía de grandes recursos, aún cuando ayudaba a mejorar los bajos sueldos académicos de la época. En otra vuelta del programa conocí a otro ex Presidente de un Banco Central, esta vez de Ecuador,el que también estaba acusado en su país, por intentar ser decente y no dejarse presionar por el gobierno.

Pese a que Juan Anotnio Morales no hizo ningún intento de escapar a sus acusaciones, se ordenó su denteción domiciliaria (luego de dejarlo unas horas en la cárcel, de donde debió ser trasladado a una clínica), en un claro intento de atemorizar a los opositores al gobierno, porque si una persona con los antecedentes de J.A. Morales puede ser detenido sin causa, todos pueden serlo.

El caso ha causado repudio general, porque Juan Antonio Morales es uno de los académicos más serios de Bolivia, sin intereses políticos –al menos de corto plazo–, y el gobierno boliviano ha tratado de desmarcarse de un caso impresentable.

Dado lo que se de la pèrsona de J. A. Morales, y que las justicia boliviana no es conocida por su calidad ni por su imparcialidad frente al ejecutivo, no tengo dudas en solicitar que Jose Antonio Morales sea liberado y que las acusaciones retroactivas sean desechadas.

Premio: Contribución al desarrollo de las universidades privadas

Primer premio

A Víctor Pérez, por apoyar y justificar el mayor paro en universidades estatales durante la democracia, contribuyendo con ello a la decadencia de la universidad que lo eligió rector.

Segundo premio

A Camila Vallejo, por su incansable labor en favor de un paro universitario indefinido, con ello disuadiendo a los mejores estudiantes de 2012 de ingresar a la universidad que la eligió presidenta de su federación estudiantil.

Tercer premio

A Andrés Fielbaum, por luchar para que la mejor facultad de ciencias e ingeniería del país renuncie a atraer a los mejores estudiantes de 2012 luego de apoyar un paro de varios meses y un semestre de primavera recortado hasta casi perder sentido.

Inconsistencias

R. Fischer

Es interesante observar la preocupación de los estudiantes por proteger a los grupos mas favorecidos del país. Un ejemplo es la importancia que el movimiento estudiantil le asigna a la gratuidad en las universidades del CRUCH. Estas universidades atraen a grupos importantes de estudiantes pertenecientes a los grupos de mayores ingresos, los que se verán beneficiados por las medidas. Por supuesto los mismos estudiantes que protestan también se verán beneficiados con la gratuidad (y muchos de ellos pertenecen a los grupos más favorecidos), lo que tal vez explica la propuesta.

Al mismo tiempo, los estudiantes proponen excluir de los beneficios a los estudiantes de universidades privadas, cuyo perfil de ingresos es menor. Por supuesto, existen las universidades «cota mil», que atraen a estudiantes de ingresos altos, pero la mayor parte de los estudiantes de las universidades privadas no entran en esa categoría. Son estudiantes de ingresos y puntajes bajos, que ingresan a universidades privadas no autónomas. Claramente, los estudiantes del Cruch no son solidarios con este grupo desventajado. En realidad, como lo han mostrado Beyer y Cox, las propuestas de gratuidad no apuntan a reducir la desigualdad, incluso si se dirigieran a todos los estudiantes y no solo los del Cruch.

Otra debilidad en el razonamiento estudiantil es la idea peregrina de expropiar a las empresas mineras para financiar la educación. Los estudiantes suponen, ingenuamente, que si se expropiaran las mineras, los ingresos que ahora éstas reciben ingresarían al Estado. El problema es que las expropiaciones requieren compensaciones para no transformarse en un simple robo.

Incluso Chávez en Venezuela paga compensaciones por expropiar a las firmas extranjeras, y solo discute los montos (ahora que está más corto de recursos es más duro en sus negociaciones). Los estudiante tampoco consideran otros costos de expropiar: el costo directo (juicios, embargos internacionales y otros) y la pérdida de reputación del país para los inversionistas. Los costos de la pérdida de reputación son de largo plazo pero difíciles de cuantificar. Además son especialmente elevados cuando el país que lo hace está en buena situación económica y no tiene la excusa de circunstancias adversas.

La conclusión a la que llego es que los estudiantes no son revolucionarios sino conservadores, tratando de volver a unos míticos años sesenta. En aquellos tiempos, solo el 1% de la población egresaba de la universidad (asistía menos del 5%), los ingresos de la población eran bajísimos, el analfabetismo campeaba y las universidades eran deficientes, de acuerdo a los criterios actuales.

No puedo creer que lo que desean los estudiantes es volver a aquella época en que un pequeño porcentaje de la población –la de mayores ingresos– accedía a la universidad, pagado por el 95% de la población que no tenía sus ingresos. Pero es lo que parecería de las peticiones estudiantiles.

Movimiento estudiantil y académicos

R. Fischer

Una de las cosas que más deben sorprender a los observadores externos del movimiento estudiantil es la pasividad de los académicos de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la U. de Chile. Frente a las paralizaciones de actividades, los académicos siguen realizando tareas administrativas e investigación, y solo han dejado de hacer clases clases.

Esto debería llamar la atención. Después de todo, los académicos no están en paro, por lo que no se entiende que no hayamos comenzado el semestre en forma regular. Si los estudiantes no desean asistir, ese es un problema de ellos. Los dos estamentos son independientes por lo que no es necesario ni correcto acomodar nuestras acciones a las exigencias de los estudiantes. La obsecuencia de los académicos por temor a ofender a los estudiantes nos debería dar vergüenza.

Es cierto que hay académicos que apoyan las demandas estudiantiles y los mecanismos que ellos usan, y me parece apropiado que tengan libertad de hacerlo, y si lo desean que vayan a paro, pero ¿qué pasa con académicos que no apoyan todas las demandas, o que están de acuerdo con los objetivos finales pero no con los mecanismos para lograrlo? Hay muchos en esa situación, y sin embargo, no actúan en consecuencia, impartiendo las clases que son parte de sus obligaciones como académicos. El costo para la Facultad, en términos de pérdida de estudiantes, presentes y futuros, será grave.

De Toqueville, el famoso pensador y cientista político francés, visitó Estados Unidos en 1830 y excribió un informe en que notaba que pese a que los Estados Unidos era un país en el que la libertad de pensamiento era total, pero observó que no había diversidad de opiniones (al menos expresadas):

«I know of no country in which there is so little independence of mind and real freedom of discussion as in America.»

«In the United States, the majority undertakes to supply a multitude of ready-made opinions for the use of individuals, who are thus relieved from the necessity of forming opinions of their own.»

Según he observado en las reuniones de académicos para discutir el tema de que hacer frente a los estudiantes, estamos en la situación descrita por de Toqueville. Nos preciamos de libertad de opinión, pero antes de expresar opiniones, los académicos parten por las frases rituales sobre la razón que les cabe a los estudiantes y el apoyo que debe recibir el movimiento. No nos atrevemos a decir que estamos en desacuerdo y nuestra pretendida diversidad y libertad de opinión se diluyen en lugares comunes.