R. Fischer
Hoy vi una noticia en el Mercurio que me dejó una pésima impresión. El Ministro de Hacienda realizó una presentación ante la Comisión de Hacienda de la Cámara usando datos adulterados. Puedo entender que, si un Ministro debe realizar una presentación y se topa con dos estudios similares que llegan a conclusiones distintas, elija mencionar el que le conviene y omitir el otro. Eso está dentro de las reglas del juego político, aunque sería inaceptable en un académico.
Pero acá se trata de algo mucho peor: el Ministro o alguien de su entorno (en cuyo caso el Ministro debería dar las explicaciones y despedir a la persona) borró cifras que contradecían el argumento que estaba haciendo ante parlamentarios. Es decir, se trataría de una mentira activa. ¿Cómo creerle en el futuro a un Ministro que altera datos en una presentación ante el Congreso?

Me parece que este caso, así como las críticas de la Ministro de Salud a los hospitales concesionados (uno puede criticar legítimamente la idea de hospitales concesionados, pero la manipulación de las cifras o el uso de datos no validados para argumentar no cabe en esa categoría) muestra un dogmatismo preocupante. Este parece ser un gobierno formado por personas que están dispuestas a alterar la verdad para poder llevar a cabo su programa. Veo mal el futuro cuando el Ministro de Hacienda es un símbolo de esas prácticas.