R. Fischer
Creo que las exigencias de los estudiantes se pueden dividir en dos tipos, con distintos niveles de legitimidad. Uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con las propuestas específicas, pero es claro que las peticiones por menores costos de la educación universitaria, y por mejor calidad de la educación media y básica caen plenamente en lo que se pueden denominar las exigencias legítimas de un movimiento estudiantil.
La petición de terminar con el lucro en la educación escolar es un tema más delicado, porque el Estado y sus representantes elegidos nunca se han opuesto al lucro en los colegios (a diferencia de la educación universitaria) y no es obvio que ello sea la causa de los malos resultados en la educación escolar. Por lo tanto, se trata de una exigencia de tipo moral (la oposición es porque el lucro es malo y no porque genera peores resultados), y esa tipo de exigencias escapa a lo que se podría llamar una petición legítima de los estudiantes como estudiantes –a diferencia de su categoría de ciudadanos que legítimamente votan por políticos que desean eliminar el lucro–.
Pro eso palidece al lado de las demás peticiones estudiantiles. Primero, desean negociar con la autoridades el contenido de la legislación. El problema es que ese es el tipo de temas que corresponde al Congreso, donde los representantes elegidos por los votantes negocian las leyes. Es natural que cuando se discutan leyes hayan consultas a grupos de interés, y que se analicen los detalles con especialistas, pero un grupo de presión no puede imponer, legítimamente, condiciones al gobierno. Nadie los eligió para ello.
Menos aceptable aún es que extiendan sus peticiones a un plebiscito. No soy un experto en teoría política pero hay motivos fundamentales por el que las democracias funcionan con parlamentos y representantes de los votantes y no por democracia directa. Los plebiscitos son manipulables y por ello son una herramienta usual de las dictaduras o de gobiernos que solo en apariencia son democráticos. Además, dan origen a malas políticas, como se ha observado en California.
Los ciudadanos normales tienen muchas otras preocupaciones que ocupan su tiempo como para además requerirles pensar sobre la conveniencia de cambios legales que deben votarse mediante plebiscitos. Por eso, en teoria, eligen a candidatos que representen sus opiniones, pero éstos
deben tener autonomía para estudiar cuidadosamente las leyes y decidir su conveniencia, pensando en lo que conviene a los ciudadanos que los eligieron. La practica es algo más deficiente que esta visión idealizada, pero nunca tanto como en las democracias plebiscitarias. En ellas, un demagogo o un grupo de presión pueden convencer a la ciudadanía de votar a favor de una medida cuyos efectos no han tenido tiempo, ni deseos, ni información para analizarla cuidadosamente y cuyos efectos pueden ser desastrosos.
Recordemos que los políticos actuales se han vuelto menos respetables, no porque sean más corruptos que antes –probablemente con los estándares actuales todos los políticos del pasado serían corruptos–, sino porque cambian sus opiniones de acuerdo a las encuestas de opinión. Luego de un crimen violento, la ciudadanía quiere penas más duras para los criminales y los políticos obedecen y cambian las leyes. Poco tiempo después, se condena injustamente a alguien y el clima se vuelve contra las condenas largas y estas se reducen, en un ciclo de malas decisiones políticas. Manejarse por encuestas es casi equivalente que el gobierno se maneje por plebiscitos, y los resultados son malas políticas. La petición de un plebiscito no le corresponde a los estudiantes, ni sería sano para nuestra sociedad manejarse por ellos.
Postcript: Mi colega Matteo Trozzi me cuenta que en Italia los plebiscitos funcionan razonablemente bien. Pero tienen muchas salvaguardas: la peticiones deben ser aprobadas por el equivalente a nuestro tribunal constitucional, lo que hace que el proceso sea lento, dándole tiempo a los ciudadanos para reflexionar sobre la decisión. Tal vez lo más importante es que se trata de temas que los políticos no desean tocar y prefieren dejarle la responsabilidad a los ciudadanos: temas como el divorcio y el aborto. Son temas que las personas entienden, que pueden sopesar, sobre los que tienen opiniones, y sobre todo, son temas que espantan a los políticos. No es el caso en los temas solicitados por los estudiantes.