Revueltas estudiantiles

R. Fischer

El paro de los estudiantes de la Escuela de Ingeniería de la U. de Chile que acaba de finalizar tuvo algunas características extrañas. Hubo una rara mezcla de peticiones que iban desde más limpieza en los baños hasta la democracia en la Universidad. Esta yuxtaposición de ítemes de distinto ámbito es sorprendente y me parecía que era una búsqueda de motivos para el paro, más que razones que dieron origen al paro. Además, el comportamiento de los dirigentes estudiantiles  –en términos del uso de slogans, no escuchar razones ni evaluar las consecuencias de las peticiones, y pese a ello, estar convencido de tener la razón– me recordaba lo que he leído de los guardias rojos durante la Revolución Cultural China.

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Jóvenes guardias rojos marchando con el Pequeño Libro Rojo.

Tal vez para ayudarme a entender lo que sucedía, hace poco Roberto Cominetti me envío una copia de un libro que John R. Searle1 escribió en 1971 describiendo las revueltas estudiantiles de los 60 en los EE.UU (el lo recibió a su vez de nuestro ex colega Nicolás Figueroa). El libro se llama the Campus War, A Sympathetic Look at the University in Agony, y solo he leído su capítulo 1 (The Anatomy of Student Revolts) hasta ahora.

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Protestas , EE.UU., 1969 SDS.

Lo que es sorprendente es lo similar que es el actual movimiento estudiantil, tanto en términos de tácticas como de tipo de objetivos, con la de un movimiento de hace medio siglo. Mientras leía, llegué a pensar que los dirigentes estudiantiles habían leído el libro. Y claro, da risa que lo que nuestros dirigentes estudiantiles consideran novedoso, repite lo que hicieron aquellos jóvenes de hace cincuenta años, hoy jubilados.

En lo que sigue haré un pequeño resumen del primer capítulo del libro, interrumpiendo la continuidad del relato para mostrar paralelos con nuestro propio movimiento estudiantil.

 

1. La anatomía de una revuelta estudiantil según Searle

Lo primero que observa Searle es que el movimiento estudiantil es un movimiento cuasi-religioso. Es parte de la búsqueda de lo sagrado de los jóvenes, y que les da una sensación de comunidad, de estar realizando algo trascendente. Es, según Searle, la razón por la que observadores desinformados creen que son idealistas y románticos.

La búsqueda de la verdad, y el sentimiento de comunidad requieren un adversario. No son aceptables los compromisos con el enemigo, generalmente alguien en una posición de autoridad. En nuestro caso, los estudiantes han atacado a nuestro Decano (no al Rector, que aprueba lo que hacen). En todo caso, para describir el proceso, Searle recurre al examen de la evolución de una revuelta estudiantil estilizada.

 

Etapa 1, creando el conflicto

En esta etapa se crea un conflicto por algún motivo local. En nuestro caso, los estudiantes tenían inicialmente ideas generales, pero posteriormente a alguno se le ocurrió acoplar una serie de peticiones locales. Entre ellas se incluyen: a) más sillas en el CEC, b) regulación de los regadores del patio, c) remodelación de la «Pajarera» (una sala de estudio). Si se considera la calidad de las instalaciones de la Facultad, en comparación con otras del país, se observa que el tono agresivo del petitorio no se condice con la realidad.

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Estudiantes FCFM antes del paro

A esto se acoplan demandas que son difíciles de cumplir, o porque representan una pérdida de autoridad de la administración o porque están impedidos de hacerla por razones legales o presupuestarias. En el caso nuestro, eran peticiones tales como: a) eliminar la subcontratación de personal, b) acabar con el límite de UD (un medida del máximo de cursos que puede tomar un estudiante, límite establecido por la experiencia), c) orientación y supervisión pública de los temas de investigación y d) cuatro puestos en el Consejo de Facultad, una forma de triestamentalidad. El Decano respondió cuidadosamente, explicando que podía y no podía hacerse. Los dirigentes enviaron un contra-petitorio, reafirmando sus demandas y rechazando que el Decano no haya aprobado todas sus propuestas.

Estas demandas –y son siempre demandas, nunca solicitudes– se acoplan a un Tema Sagrado, algún tema externo al campus. En nuestro caso originalmente era la lucha contra el lucro en la educación y por la gratuidad, pero eso ya lo consiguieron.2 Ahora los Temas Sagrados son los nuevos Estatutos de la U.,  una nueva Constitución para el país y la supervisión de los temas que investigan los académicos.

Searle escribe que aunque los jóvenes son idealistas y les interesa la justicia, es fácil advertir que solo se concentran en unos pocos temas de injusticia asociados a su Tema Sagrado, omitiendo todos los demás, aunque éstos sean objetivamente más importantes. Un ejemplo es la gratuidad universitaria, que olvida que lo que se necesita mejorar es la educación básica y media. O el apoyo de la dirigencia estudiantil a las demandas de los profesores por no ser evaluados. Nuevamente, esta medida perjudica a los estudiantes de escuelas y liceos al no poder eliminar profesores malos o premiar a los buenos.

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Imagen icónica de un movimiento con un Tema Sagrado

Searle concluye  que en esta etapa de la revuelta estudiantil el interés de los dirigentes es maximizar la relación adversarial con las autoridades de la universidad. En nuestro caso, podemos recordar aquél alumno que insultó al decano a través de una página de la Facultad, y cuya actuación fue defendida como una expresión de libertad de expresión.

 

2. Segunda Etapa: Creación de un ambiente retórico

 

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¿Quiénes son los que luchan contra la educación? ¿O son todos bienvenidos?

En nuestra Universidad, la segunda etapa de Searle parece haber ocurrido en forma casi simultanea con la primera etapa. Los dirigentes y quienes los apoyan en el estudiantado creen estar luchando por el país al apoyar una larga toma de la Casa Central o de varias Facultades.

Su único efecto real es empeorar la imagen  de la Universidad e imponer costos a los estudiantes que no apoyan a la dirigencia o que son neutrales, sin ningún resultado positivo, porque que el público ya no se impresiona con estas acciones. Searle señala que es difícil para un observador externo comprender como un estudiante inteligente puede creer que estas acciones ayudarán a su objetivo. En la época del libro de Searle, lo que se intentaba era detener la guerra de Vietnam. En nuestro país, el objetivo es que la educación pública tenga liderazgo y calidad.

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Toma 2015 de la Casa Central. El lienzo, pese a que se queja de la crisis en la educación, no  menciona la palabra calidad.

Searle describe las acusaciones de estudiantes a los académicos que habían sido consultores del Departamento de Defensa, como si eso fuera un crimen. En una línea de acusación similar, el petitorio de los estudiantes de Ingeniería critica que:

«Actualmente la mayoría de los cursos y la investigación de la facultad están orientados a cómo podemos aumentar la eficiencia de los procesos industriales, siendo funcionales al mercado.»

A juicio de nuestros dirigentes, una tarea fundamental de cualquier ingeniero –aumentar la eficiencia de los procesos industriales– no tiene legitimidad, porque es «funcional al mercado». Una petición tan vacua me recordó cuando estudiantes de ingeniería industrial, que tienen muchos cursos dedicados a estudiar las empresas, iban a las marchas bajo la bandera de «abajo la educación empresarial».

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Ironías de la falta de reflexión: ingenieros industriales contra la educación sobre empresas.

3. El rol de la televisión y los académicos

En esta etapa, según Searle, ingresan dos nuevos actores: los académicos y la televisión. La televisión observa dirigentes jóvenes con un discurso simplista, pero que «suena bien», y que aparecen como luchando por la justicia. La lucha estudiantil, con lemas simples y de bajo contenido intelectual, es perfecta para ese medio. La televisión se concentra en los rostros más atractivos, que luego transforman esa popularidad en votos para el Congreso.

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La opinión pública tiene una pésima percepción de la diputada Vallejo, a diferencia de cuando era dirigente estudiantil

La buena imagen televisiva crea apoyo para los estudiantes en la población, y así hoy son considerados entre los grupos más confiables por el público (¡supieran!). Una de las ventajas de los dirigentes es la corta duración de sus cargos, que los mantiene siempre frescos y así no se conocen sus deficiencias. Si pasan al congreso, es más difícil mantener esa popularidad.

En cuanto a los académicos, hay dos tipos de académicos que participan en la etapa segunda: los mediadores con la administración universitaria y los aliados de los estudiantes. Según Searle, es esencial para los dirigentes estudiantiles que haya académicos que apoyen sus objetivos, aunque no apoyen directamente los actos de violencia. Leer esta sección da entre pena y risa, pues el argumento retórico de esos académicos es similar a los que se escuchan en nuestra Facultad. Parafraseando:

«Aunque no apoyamos la interrupción de clases, la toma de la Facultad, u otras medidas de violencia, no se puede negar que los estudiantes están luchando por objetivos valiosos. ¿Quién podría estar en contra de más igualdad, democracia, o de la felicidad».

El apoyo de algunos profesores es vital para los dirigentes, pues según Searle sus convicciones son frágiles y cuando se alejan de la multitud, es fácil convencerlos de los errores en sus propuestas y necesitan el refuerzo de sus aliados. Para dar un ejemplo, me ha ocurrido convencer con argumentos a un dirigente estudiantil, pero al poco rato vuelve al redil con sus propuestas originales.

Searle señala algo que vemos todos los días: mucha gente mayor de izquierda apoya estos movimientos estudiantiles porque  se sienten culpables por los compromisos burgueses que han debido adoptar, característicos de la vida adulta.

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Senado universitario marchando en apoyo de la lucha estudiantil en 2011.

El otro grupo de académicos son los mediadores, que tratan de interceder entre la autoridad universitaria y los dirigentes estudiantiles. Como los estudiantes no aceptan compromisos, su rol se traduce en intentar convencer a las autoridades de aceptar las peticiones de los dirigentes. El único resultado es debilitar a la autoridad y hacerle el juego a los dirigentes estudiantiles, que se aprovechan de ellos. Searle escribe que las declaraciones y propuestas de estos mediadores son de tal carácter que uno tendría que tener un corazón de piedra para no reir a carcajadas (parafraseando a Wilde).

 

Conclusión

Según Searle, la última etapa es el colapso de la Autoridad. En nuestro caso, la situación es algo distinta. El Rector simpatiza y es un aliado de los estudiantes, y ha dejado abandonado a los decanos a los que debía apoyar. Más aún, el Rector ha firmado un compromiso con los dirigentes estudiantiles  en el que hace promesas que no tiene atribuciones para otorgar. Nuestro Rector se ha saltado toda la estructura estatutaria de la universidad, o así al menos lo interpreto yo, y aparentemente también nuestro Decano, que ha comunicado que en la próxima reunión del Consejo Universitario:

«solicitaré aclaraciones sobre el contenido de este documento. Al leerlo, quedo con la impresión que de hecho se está instalando una forma de gobierno tri-estamental en la Universidad, al margen de los procedimientos que la propia Universidad se ha dado para implementar cambios de esa envergadura.»

No necesitamos que los policías entren al campus de la Universidad para desalojar a los estudiantes, como ocurría en los EEUU de los 60. El Rector no lo solicita y llega a acuerdos con quienes se toman la Casa Central. Nuestro futuro se ve negro.

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Andrés Bello con máscara antigas y encapuchado. Como lo dice el rayado en la base, el lumpen se organiza.

 

 Notas

1. Searle había sido un dirigente estudiantil en la lucha anti McCarthy.

2.  Este objetivo (gratuidad) tiene un componente egoísta.

Autor: variacioncompensada

Profesor, CEA-DII, U. de Chile.

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