R. Fischer
Hace pocos días escribí sobre el voto voluntario. Mi argumento en contra del voto voluntario es de de moral pública y no tiene relación con sus efectos políticos. Pero es interesante preguntarse sobre sus efectos políticos. Uno de los vocales de mi mesa comentaba que el voto voluntario favorecía a la derecha, ya que era más organizada que la Concertación. Repliqué que eso podía ser verdad en el caso de las elecciones con neto corte político, como las de parlamentarios o presidente, pero que en las votaciones comunales las motivaciones eran distintas y no se podía asegurar que ese sería el efecto. Tuve razón, pero por las razones equivocadas.
Los sorprendentes resultados de la elección muestran que el voto voluntario tiene una ventaja en la que no había reparado: renuevan la política. Con el voto obligatorio, si a alguien no le interesa la política, no vota. Solo los motivados (y más informados) votan. Cuando el voto es obligatorio, personas no informadas deben votar. Al encontrarse con la papeleta, el único candidato sobre el que conocen algo es el alcalde. Como prefieren lo conocido a lo desconocido, votan por el actual alcalde. De ser válido el argumento, el voto obligatorio favorece el status quo, de una manera que no es deseable.