Premio: Contribución al desarrollo de las universidades privadas

Primer premio

A Víctor Pérez, por apoyar y justificar el mayor paro en universidades estatales durante la democracia, contribuyendo con ello a la decadencia de la universidad que lo eligió rector.

Segundo premio

A Camila Vallejo, por su incansable labor en favor de un paro universitario indefinido, con ello disuadiendo a los mejores estudiantes de 2012 de ingresar a la universidad que la eligió presidenta de su federación estudiantil.

Tercer premio

A Andrés Fielbaum, por luchar para que la mejor facultad de ciencias e ingeniería del país renuncie a atraer a los mejores estudiantes de 2012 luego de apoyar un paro de varios meses y un semestre de primavera recortado hasta casi perder sentido.

Inconsistencias

R. Fischer

Es interesante observar la preocupación de los estudiantes por proteger a los grupos mas favorecidos del país. Un ejemplo es la importancia que el movimiento estudiantil le asigna a la gratuidad en las universidades del CRUCH. Estas universidades atraen a grupos importantes de estudiantes pertenecientes a los grupos de mayores ingresos, los que se verán beneficiados por las medidas. Por supuesto los mismos estudiantes que protestan también se verán beneficiados con la gratuidad (y muchos de ellos pertenecen a los grupos más favorecidos), lo que tal vez explica la propuesta.

Al mismo tiempo, los estudiantes proponen excluir de los beneficios a los estudiantes de universidades privadas, cuyo perfil de ingresos es menor. Por supuesto, existen las universidades «cota mil», que atraen a estudiantes de ingresos altos, pero la mayor parte de los estudiantes de las universidades privadas no entran en esa categoría. Son estudiantes de ingresos y puntajes bajos, que ingresan a universidades privadas no autónomas. Claramente, los estudiantes del Cruch no son solidarios con este grupo desventajado. En realidad, como lo han mostrado Beyer y Cox, las propuestas de gratuidad no apuntan a reducir la desigualdad, incluso si se dirigieran a todos los estudiantes y no solo los del Cruch.

Otra debilidad en el razonamiento estudiantil es la idea peregrina de expropiar a las empresas mineras para financiar la educación. Los estudiantes suponen, ingenuamente, que si se expropiaran las mineras, los ingresos que ahora éstas reciben ingresarían al Estado. El problema es que las expropiaciones requieren compensaciones para no transformarse en un simple robo.

Incluso Chávez en Venezuela paga compensaciones por expropiar a las firmas extranjeras, y solo discute los montos (ahora que está más corto de recursos es más duro en sus negociaciones). Los estudiante tampoco consideran otros costos de expropiar: el costo directo (juicios, embargos internacionales y otros) y la pérdida de reputación del país para los inversionistas. Los costos de la pérdida de reputación son de largo plazo pero difíciles de cuantificar. Además son especialmente elevados cuando el país que lo hace está en buena situación económica y no tiene la excusa de circunstancias adversas.

La conclusión a la que llego es que los estudiantes no son revolucionarios sino conservadores, tratando de volver a unos míticos años sesenta. En aquellos tiempos, solo el 1% de la población egresaba de la universidad (asistía menos del 5%), los ingresos de la población eran bajísimos, el analfabetismo campeaba y las universidades eran deficientes, de acuerdo a los criterios actuales.

No puedo creer que lo que desean los estudiantes es volver a aquella época en que un pequeño porcentaje de la población –la de mayores ingresos– accedía a la universidad, pagado por el 95% de la población que no tenía sus ingresos. Pero es lo que parecería de las peticiones estudiantiles.

Movimiento estudiantil y académicos

R. Fischer

Una de las cosas que más deben sorprender a los observadores externos del movimiento estudiantil es la pasividad de los académicos de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la U. de Chile. Frente a las paralizaciones de actividades, los académicos siguen realizando tareas administrativas e investigación, y solo han dejado de hacer clases clases.

Esto debería llamar la atención. Después de todo, los académicos no están en paro, por lo que no se entiende que no hayamos comenzado el semestre en forma regular. Si los estudiantes no desean asistir, ese es un problema de ellos. Los dos estamentos son independientes por lo que no es necesario ni correcto acomodar nuestras acciones a las exigencias de los estudiantes. La obsecuencia de los académicos por temor a ofender a los estudiantes nos debería dar vergüenza.

Es cierto que hay académicos que apoyan las demandas estudiantiles y los mecanismos que ellos usan, y me parece apropiado que tengan libertad de hacerlo, y si lo desean que vayan a paro, pero ¿qué pasa con académicos que no apoyan todas las demandas, o que están de acuerdo con los objetivos finales pero no con los mecanismos para lograrlo? Hay muchos en esa situación, y sin embargo, no actúan en consecuencia, impartiendo las clases que son parte de sus obligaciones como académicos. El costo para la Facultad, en términos de pérdida de estudiantes, presentes y futuros, será grave.

De Toqueville, el famoso pensador y cientista político francés, visitó Estados Unidos en 1830 y excribió un informe en que notaba que pese a que los Estados Unidos era un país en el que la libertad de pensamiento era total, pero observó que no había diversidad de opiniones (al menos expresadas):

«I know of no country in which there is so little independence of mind and real freedom of discussion as in America.»

«In the United States, the majority undertakes to supply a multitude of ready-made opinions for the use of individuals, who are thus relieved from the necessity of forming opinions of their own.»

Según he observado en las reuniones de académicos para discutir el tema de que hacer frente a los estudiantes, estamos en la situación descrita por de Toqueville. Nos preciamos de libertad de opinión, pero antes de expresar opiniones, los académicos parten por las frases rituales sobre la razón que les cabe a los estudiantes y el apoyo que debe recibir el movimiento. No nos atrevemos a decir que estamos en desacuerdo y nuestra pretendida diversidad y libertad de opinión se diluyen en lugares comunes.