R. Fischer
En un artículo que escribí hace poco critiqué algunas decisiones de la Corte Suprema. Me parecía que había olvidado la deferencia que se le debe a los proceso administrativo-técnicos y que estaba fallando en fondo y no sobre deficiencias de procedimiento, como debe hacerlo. En una conversación con Nicole Nehme, ella no estuvo de acuerdo, señalando que salvo pocas excepciones, la Corte Suprema ha sido deferente a los procesos técnico-administrativos. N. Nehme no creía que el caso Castilla y otros similares se hicieran más comunes en el futuro.
Su argumento es que el caso Castilla tenía debilidades (no deficiencias) que le dieron espacio a un juez más activista que el promedio. El cambio en la denominación ambiental de «contaminante a «molesta» por un Seremi recién nombrado sonó sospechoso, pese a que era procedimentalmente correcto.
Los jueces sienten que, legítimamente, deben evitar que la administración sea manipulada cuando están en juego derechos fundamentales. Además, la presentación de los oponentes a Castilla parece haber sido muy efectiva. Por último, en esta ocasión hubo una composición distinta de la 3a Sala de la Corte, lo que tuvo impacto. N. Nehme estima que Castilla, por lo tanto, no demuestra una tendencia de activismo judicial.
Espero que tenga razón.