Oportunidades de trabajo para economistas

Marginal Revolution nos dirige a esta página con una descripción de la demanda por economistas en las empresas tecnológicas. Además de Varian en Google, está Preston McAfee en Yahoo, junto a un grupo de economistas y teóricos de juegos.

Varian ha desarrollado métodos para maximizar el ingreso de publicidad de Google mediante ingeniosos mecanismos para asignar espacio en la pantalla de los usuarios de búsquedas. En el intertanto, ha obtendo resultados interesantes sobre comportamiento de los usuarios y consumidores –tiene acceso a una base de datos excepcional–. Por su parte, McAfee ha podido demostrar el efecto de la publicidad en las deciones de compra, con aplicaciones directas a la última línea.

En general, parece haber un amplio campo para microeconomistas, especializados en temas de incentivos, e información asimétrica. ¿Quién decía que la teoría económica no tiene utilidad? Bueno, tal vez la teoría macro…

Capacidad de ejecución

Una de las ironías de la burocracia gubernamental es que se premia gastar los recursos asignados en los presupuestos anuales, y se castiga el ahorro fiscal Si un Ministerio descubre que uno de los proyectos que tenía planificado desde el año anterior ya no tiene sentido ante las nuevas condiciones, y no hay tiempo para preparar una reasignación del pesupuesto, será castigado a menos que prefiera dilapidar los recursos realizando el proyecto inútil.

Esto explica las conclusiones del reciente informe que presentó Corfo y que reporta El Mercurio. Según el informe, el 95% de los 92 programas de Corfo estudiados tenían deficiencias en su diseño y el 93% no contaba con sistemas de seguimiento e indicadores de impacto. Pero la ejecución era buena: un 82% de los proyectos gastaba toda la plata que se le asignaba.

¿En que mundo podría la ejecución ser un buen indicador de resultados? Si acaso los proyectos están bien diseñados y tienen sistemas de segumiento, medición de impacto, y existe capacidad de reacción ante estos indicadores, sería perverso no gastar todos los recursos asignados en el presupuesto. En cambio, si no se cumplen las condiciones anteriores, la sola entrega de recursos garantiza malos resultados y probable corrupción del sistema.

Lo interesante del caso es que no se premia a los Ministerios por los programas bien diseñados o con buen seguimiento, sino solo por la plata que gastan. Por supùesto, es más fácil medir esa variable, pero es la variable equivocada.

Apuestas imprudentes

John Kay, en el Financial Times, comenta negativamente sobre un nuevo producto financiero destinado a inversionistas pequeños. Se trata de un bono asociado al FTSE (un índice accionario inglés) estructurado de una manera compleja. Las reglas son las siguientes:

  • Si al primer año el FTSE está por arriba de su valor al momento de la compra, el comprador recibe un retorno de 10%.
  • Si al segundo año FTSE está por arriba de su valor al momento de la compra, el comprador recibe un retorno de 20%

y así sucesivamente hasta el quinto año, en que se paga un 50% de retorno. Pero hay una trampita. Si al final del quinto año el FTSE está por debajo del valor al momento de compra, se le devuelve al comprador el valor original, sin intereses ni reajustes, salvo que en algún momento de los cinco años el FTSE haya estado por debajo del 50% de su valor al momento de compra, en cuyo caso, no solo no hay intereses, sino que se castiga parte del capital del bono.

Kay señala acertadamente que este es un producto cuyo valor es imposible de evaluar para un comprador normal y que solo los especialistas en un banco de inversiones, trabajando duramente, pueden determinar el valor correcto de este producto. Por lo mismo, supone que es un producto malo para los compradores, porque el costo de desarrollo del producto para los emisores debe ser cargado a los compradores, por lo que el retorno ajustado por riesgo debe ser negativo. Más aún, Kay asegura que los únicos que compran este tipo de productos so los que no los entienden. Nadie compraría ese producto para diversificar riesgo, por ser demasiado complejo evaluarlo, habiendo alternativas más simples contra riesgos como los del del FTSE, por lo que es un producto solo para pichones tentados por las altas tasas.

Kay agrega que por ese motivo, proveer de mayor información sobre el producto no es suficiente protección para los pequeños inversionistas. Incluso con toda la información, un inversionista pequeño no tiene cómo evaluar el precio al que este producto es rentable. Por lo tanto, es un producto que no se debería ofrecer a estos inversionistas, según Kay, agregando que hay muchos otros casos en los que se protege a los consumidores prohibiendo un producto o restringiendo su uso. Por ejemplo, en el caso de los alimentos, no se nos entrega el análisis de Sesma sobre el producto, sino que se permite o no se permite su venta. Lo mismo ocurre con los automóviles: no se nos entrega un informe de seguridad, sino que no se permite la venta de vehículos que no cumplen ciertos estándares mínimos de seguridad.

Será poco libertario, pero disponer de un ente oficial que restrinja la venta de productos poco seguros para el consumidor reduce los costos de transacción y por lo tanto le da profundidad a los mercados. La regulación oficial no puede ser sustituída por oficinas privadas de aseguramiento de calidad, aunque pueden ser un complemento. Las organizaciones privadas pueden ser corrompidas fácilmente (el caso del Better Business Bureau en los EE.UU. es aleccionador). La autorregulación, sin respaldo de regulación estatal, es ineficiente, como lo demuestran no solo la experiencia, sino también modelos téóricos, como los de Javier Núñez.

Fichas falseadas

Tal como cualquier persona con dos dedos de frente podía predecir, el gobierno ha descubierto que las Fichas de Protección Social estaban siendo sistemáticamente falseados. Familias de distintos estratos declaraban ingresos muy inferiores a los que resultaban de compararlos con los resultados de la más fiable encuesta CASEN. Los que menos mentían eran las familias del primer decil (tal vez porque no podían reducir demasiado sus escasos ingresos), pero a medida que las familias tenían mayores ingresos, el sesgo en los ingresos declarados aumentaba, llegando al 70% en el quinto decil.

Esto es natural, y siempre sorprendía la confianza con que se usaban las Fichas de Protección Social, pese a que eran notorios los incentivos a la subdeclaración. Al subdeclarar las familias recibían beneficios a los que no tenían derecho Además, como es un programa local, a los alcaldes les interesaba no ser demasiado estrictos en la fiscalización, para mantener contentos a los votantes. Afortunadamente, por fin se despertaron en Mideplan y, siguiendo las recomendaciones de un Comité de Expertos, proponen destinar recursos a la supervisión y fiscalización –esperemos centralizada– de la información sobre ingresos.

Es responsabilidad de los gobiernos anteriores el haber aumentado los beneficios sin, como contrapartida, fiscalizar. El problema no es solo de gastar más de lo debido en personas que no lo necesitan (tanto). El problema es que es desmoralizador para las personas que son honestas y que declaran sus verdaderos ingresos el que los mentirosos reciban beneficios a los que no tenían derecho. Al no fiscalizar, el gobierno aceptaba y condonaba la mentira.

¿Discreción o reglas?

La intervención del Presidente en el caso de la central generadora Barrancones ha despertado una polémica sobre la conveniencia del uso discrecional de su autoridad. La mayor parte de los columnistas que se han referido al tema rechazan la intervención, argumentando que se debieron haber seguido las reglas de nuestra institucionalidad.

El tema de los límites de las reglas y el alcance de la discreción es complejo. Las reglas existen por una serie de motivos: previenen la arbitrariedad de las decisiones del ejecutivo, protegen al magistrado –en el sentido medieval de la palabra: la máxima autoridad, con poderes ejecutivos y judiciales– de las presiones de grupos de interés, y dan seguridad a los miembros de la sociedad. Pero las reglas tienen un problema: dado que son difíciles de escribir, y a menudo son el resultado de acuerdos de grupos con distintos intereses –especialmente en casos tan sensibles como los medioambientales—no siempre cubren correctamente todas las situaciones. En el ejemplo de las centrales termoeléctricas, la norma ambiental no establece diferencias entre distintas localidades en función de su cercanía a un parque nacional o sitio ambientalmente delicado. Este es un error de la norma. En tales casos, lo apropiado es modificar la norma, pero si el magistrado se encuentra con una ley ya establecida e inapropiada para el caso, es razonable dejar espacio a la discrecionalidad, especialmente si es transparente.

No debemos olvidar que se puede ser discrecional siguiendo ostensiblemente la institucionalidad. Esto ocurre cuando en los proyectos de inversión pública se elevan las tasas esperadas de crecimiento de la demanda, de manera que se alcance el umbral de rentabilidad social. En otras ocasiones a los proyectos se los despoja de elementos esenciales, que se reintegrarán más tarde, para poder cumplir estos umbrales. ¿No es eso peor que un caso transparente de discrecionalidad, ya que cumple la regla pero no su contenido. No hemos avanzado mucho desde la Colonia si sigue siendo válido que las reglas se acatan pero no se cumplen.

El problema que tienen las decisiones discrecionales abiertas es que se debe mantener la reputación de seguir las reglas en la generalidad de los casos y de salirse de ellas sólo en casos excepcionales. Las excepciones son fusibles sociales, tales como los indultos, que también se escapan a las normas. Sería ideal un mundo en que el magistrado tuviera un número limitado de decisiones discrecionales en su periodo. Así, estas decisiones solo se usarían en situaciones sin otra salida, y cuando las alternativas son peores. Pero en el mundo real es difícil verificar el número de actuaciones discrecionales.

La idea de un magistrado no puede decidir, sino que solo puede seguir normas, es una limitación extrema de sus atribuciones que se explica por una deformación arraigada en nuestro sistema legal. Nunca aprendimos que el rígido código napoleónico debía ser suavizado con reglas consuetudinarias, como se hace en Francia. Nuestra idea de jueces y magistrados similares a robots, que aplican pero no interpretan la Ley, tiene la misma proveniencia.

No creo en la discrecionalidad a ultranza, y prefiero que en condiciones normales se sigan los procedimientos instituidos. Pero no darle al magistrado la opción de actuaciones discrecionales solo sirve para que esas actuaciones sea hagan en forma encubierta, manipulando reglas que deberían preservarse en la inmensa mayoría de los casos.

Los griegos nuevamente

Se podría pensar que los griegos habrían aprendido algo –o tal vez que quienes les prestan plata habrían aprendido algo–. Acaso el recuerdo de la gran civilización griega de hace 2350 años, sea la causa por la que los países europeos, especialmente Alemania, tengan dificultades para disciplinar a los griegos actuales. Para muestra un ejemplo.

Uno de los grandes problemas de Grecia es la evasión de impuestos, que obliga a los gobiernos a operar con déficits (debido al poco control del gasto fiscal). La evasión depende en buena parte de las recurrentes amnistías impositivas, que perdonan a los evasores a cambio de castigos menores. Por lo tanto, los incentivos a pagar impuestos son bajos, y los evasores aprehendidos prefieren ir a juicio tributario, esperando cogerse a la próxima amnistía.

Pues bien, el Parlamento Griego acaba de pasar una nueva amnistía tributaria, con la que se estime generará Euros 2 mil millones, a cambio de los Euros 35 mil millones evadidos durante la última década. Esto contra todas las recomendaciones de todos los organismos multilaterales, incluyendo el Banco Central Europo y la Comisión Europea.

Juegos de ensueño

Cheap Talk describe distintos mecanismos para que los niños se queden dormidos en el auto de manera que molesten menos. Una posibilidad es premiar al primero que se queda dormido. Pero esto tiene el inconveniente que los niños se sabotean uno al otro con ruidos y gritos , produciendo más molestia que sin premio.

Sorprendentmente, una mejor alternativa es hacer lo contrario: premiar al último que se queda dormido. Los niños fingen que se han dormido para que su hermano sienta que puede dormir sin problemas y ún así recibir el premio. Esto, primero, mantiene silenciosos el auto, y segundo, hace mucho más probable que se queden dormidos.

Gracias a Marginal Revolution. Esta entrada va dirigida especialmente a Nicolás F., ya que puede facilitar su vida futura.

Conflictos de interés y columnas de opinión

Hoy en La Tercera, un comentario sobre la inconveniencia de que almacenes y supermercados vendan medicamentos de venta libre. Independientemente de los méritos de la posición del Sr. Roberto Darrigrandi, economista, ésta coincide en tal grado con los intereses de las farmacias y farmaceúticos que es importante saber si se trata de una opinión independiente o si el autor tiene alguna relación con estos grupos de interés.

Asimismo, el autor hace algunos comentarios que merecen algunas dudas, por decir lo menos. Primero, indica que en Argentina la medida causó

100.000 internaciones por año por uso indiscriminado de fármacos, 22% causando la muerte, y su consumo per cápita de psicofármacos es el doble que en Chile (mayoritariamente de venta libre)

Primero, si se toman las cifras de la columna, parecería indicar que la medida causó 22.000 muertes en Argentina. Una cifra de esa magnitud merece más referencias que la de Roberto Darrigrandi, economista.

Segundo, los psicofármacos con principios activos peligrosos requieren receta médica –en muchos casos retenida–, por lo que no serían afectados por la propuesta de que almacenes y y supermercados puedan vender medicamentos de venta libre. Solo aquellos fármacos de efectos muy suaves y que funcionan más bien como placebos podrían venderse en locales distintos de farmacias. Por lo tanto la preocupación del autor parece más bien alarmista, con el objetivo de disuadir una propuesta que podría favorecer a gran parte de la población.

Nota: El autor de este blog no trabaja para ninguna de los sectores involucrados en este caso.

Problemas en la regulación del mercado financiero

Nouriel Robini tiene un buen artículo sobre regulación de los mercados financieros. Este blog aprecia particularmente su cuidadosa descripción de los problemas de incentivos:

[…] it is not enough to rely on better regulation and supervision, for three reasons:

· Smart and greedy bankers and traders will always find ways to circumvent new rules;

· CEOs and boards of directors of financial firms – let alone regulators and supervisors – cannot effectively monitor the risks and behaviors of thousands of separate profit and loss centers in a firm, as each trader and banker is a separate P&L with its own capital at risk;

· CEOs and boards are themselves subject to major conflicts of interest, because they don’t represent the true interest of their firms’ ultimate shareholders.

Por lo tanto, sugiere que es necesario cambiar los incentivos mediante diversas medidas tales como: i) reglas de compensación definidas por norma, para evitar la competencia por personal que introduce incentivos inapropiados, ii) eliminar la eliminación de Glass Steagall, requiriendo que los bancos de inversión vuelvan a ser sociedades limitadas (limited partnerships), iii) eliminar los conflictos de interés en empresas financieras que participan en distintos aspectos de las operaciones financieras, y iv) la división de emresas financieras para que no sean tan grandes que no puedan quebrar (too big to fail), para que haya un riesgo para sus dueños.

En opinión de este blog casi todos los puntos son razonables, aunque genera dudas el porqué, incluso si una institución es grande, no se puede castgiara los propietarios haciendo que pierdan la propiedad. Respecto a los ejecutivos, se pueden imponer medidas de tipo clawback, que los hacen devolver los ingresos recibidos por incentivos si, posteriormente, la empresa falla.

Estándares de servicio en empresas

No es del agrado del autor de este blog comentar sobre empresas particulares, pero en ciertos casos puede ayudar a los lectores a tomar decisiones y porque además se derivan conclusiones de interés económico. Son las historias contrastadas de un califont y el cierre de una cuenta corriente.

Este autor tuvo que comprar un califont y luego de algunas averiguaciones sobre la calidad, compró un Ursus Trotter de 18lts, la mejor o una de las mejores marcas del mercado. El equipo fue instalado por personas autorizadas por la empresa, pero en la primera ducha era notorio que, a los pocos minutos, la temperatura comenzaba a oscilar, desde una elevadísima e insoportable, al frío absoluto. Esto estaba asociado a variaciones del flujo de agua. Al calentarse en exceso el agua, aumentaba el flujo y bajaba la temperatura, a veces hasta la de un califont apagado. Luego el flujo caía y la temperatura aumentaba. Solo era posible estar bajo la ducha los breves instantes en que la temperatura estaba en transición entre los extremos.

Al primer reclamo la empresa envió un técnico que fue incapaz de observar el efecto, pues tarda algunos minutos –variables– en aparecer. Aseguró que de xistir un problema, no podía ser del califont, sino qeu debía ser causada por una llave de paso que según el, estaba en mal estado. La llave fue cambiada, sin resultados. En su segunda visita el mismo técnico siguió sin observar nada, por lo que procedió a cambiar un elemento eléctrico menor, bajo el mismo principio de los médicos que siempre recetan algún placebo para tranquilizar a los pacientes.

La tercera visita del mismo técnico tampoco sirvió, por lo que se solicitó otro técnico, con la instrucción específica de esperar varios minutos antes de terminar la inspección. Este técnico observó un problema e hizo un reporte, pero sin efectos concretos; según el, era la primera vez que veía un problema de esta naturaleza. Es importante notar al respecto que no es posible devolver un califont, incluso bajo garantía. Solo se puede esperar que la empresa lo repare o acepte cambiarlo por otro. En todo este proceso había transcurrido casi un mes y medio con dos baños básicamente inutilizados.

Luego de esta cuarta visita con un resultado positivo, el autor llamó a la empresa solicitando el recambio del califont. El servicio técnico prometió que lo cambiarían o dejarían funcionando el existente. Sin embargo, hubo otra visita de un tercer técnico que tampoco creía que existía un problema. Hizo una pruebas directas y no detectó nada, pero al probar una de las duchas el problema reapareció. En su informe, trató de traspasar la responsabilidad a las instalaciones internas de la casa, pero se le solicitó una nueva prueba directa y luego de varios minutos, pudo al fin observar las variaciones en el flujo de agua que salía del califont. No le quedó más que admitir la existencia del problema, un mes y medio después de la compra y luego de varias visitas. Desde entonces ha pasado un día sin acciones salvo una llamada comunicando que la empresa cambiaría –eventualmente– el califont.

El caso del cierre de una cuenta corriente fue mucho más satisfactorio. Las historias de terror que se cuentan sobre el cierre de cuentas hicieron temer a este autor que tendría grandes dificultades en cerrar su vieja cuenta en el Banco de Chile, del que había sido un buen cliente por muchos años. Para su sorpresa, el proceso ocurre mediante un centro de llamados y no requiere presencia física del cuentacorrentista, salvo para recoger los saldos positivos, de existir. Es decir, una llamada con una duración de 15 minutos, que fue grabada, más una visita a la sucursal que demoró media hora para realizar la entrage de los dineros mediante vales vista, y fue todo. Una experiencia muy satisfactoria y bastante distinta de la experiencia con Ursus Trotter.

Sería interesante determinar que explica la diferencia entre el comportamiento de la empresa en ambos casos. En Ursus Trotter, la empresa y sus técnicos rehusaron aceptar una queja insistente de un cliente, como si el cliente fuera incapaz de detectar algo tan simple como cambios de temperatura. La actitud de la empresa es que el equipo no puede estar malo, y que algún elemento en la casa debe ser responsable del problema, si efectivamente existe un problema, lo que no ha sido verificado. Una vez que se detecta, no se cambia el equipo, sino que se procede a una segunda verificación, para luego finalmente aceptar que se debe cambiar, lo cual tarda algún tiempo. Una vergüenza de empresa.

El contraste con el Banco de Chile es notable. Salvo por algunos intentos por disuadir a este autor de cerrar la cuenta, el proceso fue rápido, eficiente y amable.