En La Segunda, hoy, el Profesor de la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad Diego Portales Alfredo Joignant señala (y veladamente critica) la ubicuidad de los economistas en la intellingentsia chilena. El Profesor Joignant muestra que no solo son dominantes en todo lo que tiene que ver con economía –lo que era de esperarse– sino que también han invadido otras áreas, como la educación, la salud, e incluso la novela, con los ejemplos de Andrés Velasco y Sebastián Edwards. Según Joignant, esto es la expresión social del sentimiento de una disciplina que piensa que puede permitirse más o menos todo. Según Joignant, el lenguaje de los economistas es adoptado con mayor o menor aptitud por periodistas y políticos que lo usan como una marca de distinción.
El autor de este blog es un economista, por lo que no es totalmente objetivo en esta materia, pero también un ingeniero civil que trabaja en la Escuela de Ingeniería, lo que debería corregir un poco el sesgo pro-económico de lo que sigue. Desde ese punto de vista sesgado, creo que Joignant tiene razón; hay un ompnipresencia de economistas en Chile y tienen más influencia que en otros países. Hay varios motivos para esto, en mi opinión, aunque la pretensión a la autoría de novelas escapa a mi argumentación.
Primero, durante mucho tiempo –todo Pinochet– los economistas eran de los pocos autorizados para evaluar y discutir temas de política pública. Luego, el gobierno de Alwyin también tuvo muchos economistas en cargos influyentes. Esto produjo un acostumbramiento en el público y la prensa al lenguaje y al esquema de análisis económico. Además, el lenguaje de los economistas, no importando su color político es bastante común, salvo casos extremos, por lo que pueden conversar más, probablemente, que cientistas políticos de distintas escuelas de pensamiento.
Segundo, los resultados no han sido malos. Siguiendo las recomendaciones de los economistas, gobiernos sucesivos han elaborado políticas públicas con las que Chile ha llegado a ser país con mayor índice de desarrollo humano, y no solo GDP, de América Latina. Cuba que nos superaba, ya no aparece, probablemente porque el valor de 0.863 que obtuvo en 2009 era incompatible con la manera en que viven los cubanos, lo que desprestigia el índice.
Tercero, los economistas pueden explicar bastante bien muchos fenómenos que interesan a políticos y periodistas (tal vez influenciados por un pasado en que estos eran los únicos temas). Asimismo, la economía ha ingresado al curriculo de los colegios y es cada vez más importante en carreras tradicionalmente ajenas, como derecho, periodismo, ingeniería, ciencias políiticas y otras. Por ese motivo, el oído ciudadano está preadaptado (en lenguaje evolutivo) al análisis económico, aunque en muchos casos con más mito que real comprensión.
Entre paréntesis, escuelas muy importantes de ciencia política usan análisis económico para interpretar la política. El enfoque en ciencias políticas que no usa la economía parece haber perdido importancia en la academia, a menos para este observador poco conocedor.
Por último, y eso es importante, la creciente importancia de los economistas es un fenómeno mundial, que no ha sufrido con la crisis, y más bien se ha fortalecido. En Estados Unidos, la economía es tal vez el principal major en los colleges. Su popularidad también ha aumentado en Europa, contra lo que esperaron muchos descontentos con la disciplina, como parece ser el caso del Profesor Joignant. Tal vez porque la economía es la ciencia de la escasez, su influencia es mayor ahora que en el pasado en los países desarrollados.