R. Fischer
La Fiscalía Nacional Económica presentó una denuncia por colusión en el mercado de los pollos contra las principales cadenas de supermercados. A diferencia de otros casos como el de los pollos, buses interurbanos, asfalto y papel tissue, me parece un caso bastante más dudoso, aunque por supuesto, la Fiscalía puede tener información que no ha revelado aún.
Todas las comunicaciones que revela la acusación son entre empleados de las cadenas y empleados de sus proveedores (es decir, son comunicaciones verticales). La Fiscalía no presenta casos de comunicaciones directas entre empleados de las cadenas (es decir comunicaciones horizontales). Es posible que las relaciones verticales ayuden a mantener un cartel, como en el caso de las farmacias, en que los laboratorios servían como fiscalizadores del acuerdo entre las farmacias. Pero en ese caso había un acuerdo previo entre las farmacias, que aquí no está presente.
El principal problema del caso de la Fiscalía es conceptual y económico. A los supermercados no les conviene coludirse si el mercado de los pollos ya está cartelizado. En la figura se muestran dos etapas de un proceso productivo: un productor (por ejemplo de pollos) y un distribuidor (una cadena de supermercados). El productor de pollos tiene costos y vende al precio mayorista
; a su vez el distribuidor vende al precio al detalle
.
En el caso en que los productores de pollos están coludidos, el precio mayorista es un precio colusivo que se determina en parte, por el comportamiento de los distribuidores, que varía según el grado de competencia de las cadenas de supermercados.
Las mayores utilidades del cartel de los pollos ocurren cuando los supermercados se comportan como si estuvieran en competencia. Mientras menos competitivo sea el mercado de los supermercados, menos utilidades tendrá el sistema conjunto de productores y supermercados. En particular, cuando ambos están coludidos y actúan como monopolios, los precios terminan siendo tan elevados y la demanda cae tanto, que las utilidades conjuntas son mucho menores que con un monopolio en solo una de las etapas. Es la denominada “cadena de monopolios”, que es mala para los coludidos y los consumidores.
Este razonamiento indica que, dado que los productores de pollos estaban coludidos, sería un error de los supermercados coludirse en ese mercado. Es más raro aún cuando las comunicaciones para el supuesto cartel de supermercados son a través de los productores, los más interesados en que haya competencia entre los supermercados.
Aparentemente los supermercados colaboraron con el acuerdo colusivo, siendo pasivos ante la falta de competencia entre los productores y rigiéndose por reglas tácitas, tales como no vender a menos que el precio de lista del cartel más el IVA. De esa forma, los supermercados podían participar en las rentas del negocio colusivo de los fabricantes de pollos.
Bajo ese esquema, los supermercados venderían los pollos a precios superiores o iguales al precio de lista (más IVA) de los productores. El precio a los consumidores sería el precio de monopolio de los pollos más los costos de los supermercados. Es como si la etapa de supermercados fuera competitiva.
El beneficio para las cadenas de supermercados proviene de participar en las rentas de la colusión de los pollos, y no de formar un cartel entre ellas.
¿Dónde entonces estaban los beneficios de los supermercados? No es creíble que las cadenas compren a precio de lista. Los precios efectivos son producto de una negociación entre las partes, en que las cadenas obtienen descuentos. Pero esos descuentos no se trasladan a los consumidores, pues el precio de venta mínimo es el precio de lista más IVA. Así obtienen parte de las rentas de la colusión de los pollos, y las rentas colusivas son lo más altas posibles porque los supermercados se comportan como si fueran competitivos.
¿Cómo denominar ese tipo de conductas? Es claro que no favorecen la competencia, pero tampoco representan colusión de supermercados, pues no intentan elevar los precios por sobre el precio colusivo de los pollos más los costos propios de los supermercados.
Eso si, las cadenas se benefician del cartel, porque comparten las rentas. La pregunta aparece: si los actores coludidos son condenados a compensar a sus clientes, ¿no alegarían ellos que parte de la compensación la deben realizar los supermercados?
Tal vez ahí está la solución a la falta de incentivos de los supermercados para hacer competir a los productores coludidos. Las cadenas podrían ser responsables de compensar a los afectados por la colusión de los pollos en aquella parte de la renta del cartel que recibieron por su colaboración. Esto haría que las cadenas sean contrarias a los acuerdos entre proveedores, y en todo caso, el riesgo de participar en la compensación haría que fueran renuentes a colaborar con estos acuerdos.
¿Qué hubiera pasado si los supermercados fueran efectivamente competitivos, por ejemplo, con más participantes? De acuerdo al razonamiento anterior, es probable que nada hubiera cambiado desde el punto de vista de los consumidores.
El cartel de los pollos les ofrecería un precio de lista monopólico no negociable, porque los supermercados no tendrían poder de mercado en este escenario de supermercados muy competitivos. A este valor mayorista, los supermercados le agregarían sus costos de distribución y se obtendría el mismo precio al consumidor que en el caso anterior. Los consumidores no observarían nada distinto. La única diferencia es que en este caso el cartel de los pollos obtendría todas las rentas de su actuación conjunta, no dejando nada para los supermercados.
La Fiscalía menciona correos del mismo carácter en otros sectores. Si hay mercados competitivos en otros productos, y se usara a los proveedores para coordinar a los supermercados, tal vez habría indicios de comportamiento colusivo entre supermercados. La razón es que, si el mercado de los proveedores es competitivo, ya no es válido el argumento de que las cadenas de supermercados no aumentan sus rentas si se coluden. Con proveedores competitivos, a las cadenas aumentan sus utilidades si se coluden y no son detectados.
El problema de la Fiscalía es que no son convincentes los correos que presentó como evidencia de comportamiento sospechoso en otros mercados. Son exactamente las quejas que tendría una cadena de supermercados que compite, si detecta que un rival tiene precios más bajos. Sería raro que un distribuidor –de cualquier tipo– no esté constantemente revisando los precios de sus rivales e intentando presionar a su proveedor para que le ofrezca iguales o mejores condiciones.
Aparentemente, este no sería un caso de cartel de supermercados, sino de colaboración, al menos tácita, con el cartel de los pollos. Hay argumentos económicos para esta afirmación, y la pregunta que resta es que se debe hacer en estos casos. Una posibilidad es que participen en la indemnización a los consumidores. Esto provee fuertes incentivos a no colaborar con carteles de proveedores.
R. Fischer
A diferencia de lo que muchos creen, las multas por colusión en Chile son altas. Si uno compara las multas en Chile con las de Europa o los EEUU, las multas son superiores, pero se trata de mercados mucho mayores, en los que el cartel obtiene ganancias mucho mayores. Al revisar las tablas que siguen, se debe recordar que el tamaño de ambas economías es unas 70 veces el producto chileno.
Multas a personas y corporaciones en los EEUU (Depto. de Justicia 2015)
Mayores multas Unión Europea (Comisión Europea de Competencia 2015)
El primer cuadro muestra las multas por carteles en los EEUU, y claramente las multas, en un país tanto más grande que el nuestro, son relativamente pequeñas: del orden de USD 10-60 millones en promedio, aunque algunas deben ser mucho mayores. En la Unión Europea hay multas enormes, pero si consideramos que es un mercado 70 veces mayor, las multas se parecen a las nuestras en su magnitud. En Chile el monto máximo de multa es de USD 22 millones, y es menor que las máximas europeas, pero esto se debe a la fuerte depreciación del peso. Hace dos años, con un peso más fuerte, nuestras multas eran comparativamente mayores.
En los EEUU existen las compensaciones, las que pueden triplicar los daños calculados a los afectados. Es en las compensaciones por daño donde está el verdadero castigo al cartel. Si las compensaciones existieran (en el sentido de que ser eficaces), no es apropiado elevar las multas por colusión más allá de los estándares internacionales.
Cuando los comentaristas estiman que el castigo a la colusión es muy leve, dado que las empresas obtienen muchas ganancias, están equivocados en su análisis. La indemnización elimina las ganancias producto de la colusión y la multa es simplemente una guinda que se suma para que el beneficio de un cartel detectado no sea cero.
Una crítica a este argumento es que incluso si existen las indemnizaciones, hay que multiplicar su monto por la probabilidad de detección del cartel y comparar ese valor con el beneficio obtenido. Solo si ese valor es negativo, sería disuasiva la indemnización. Pero ese análisis es simplista, al no considerar otros costos asociados a descubrirse que una empresa participa en un acuerdo colusivo. Están los costos de reputación e imagen (algunos de ellos personales), los costos legales, y el riesgo de que la indemnización sea mayor que los beneficios obtenidos por la colusión, porque determinar el castigo no es una ciencia cierta.
El costo reputacional de la colusión
Otra posibilidad es que, como en EEUU; la indemnización sea un múltiplo del perjuicio. Creo que por el momento, en que riesgo de tener que pagar indemnizaciones recién comienzan a aparecer en el radar de los coludidos, es suficiente con que en cada caso de colusión detectado, se pague una indemnización equivalente a los perjuicios.
La otra ventaja de las indemnizaciones es que las debe pagar el que denuncia también, aunque se haya salvado de la multa al confesar su falta. Es decir, ya no se podría criticar el sistema de protección de la competencia porque el que confiesa no recibe al menos parte del castigo.
Por último, en casos de colaboración, como tal vez ocurrió en el caso de pollos y supermercados, un esquema de indemnizaciones hace que los supermercados compartan el pago de la indemnización, ya que se llevaron parte de la sobrerrenta.
Lo que se requiere para que nuestro sistema antimonopolios funcione bien es un sistema eficiente y rápido para indemnizar a los afectados por la colusión. No es necesario que sea demasiado preciso, en el sentido de compensar exactamente a cada afectado por lo que efectivamente sobrepagó, sino que se requiere que los montos totales sean similares al sobrecosto total de los consumidores.
De funcionar este esquema, el costo para los que participan en la colusión es elevado, y en los casos de alto impacto y larga duración del acuerdo colusivo, puede llegar a hacer quebrar a la empresa. Esto no debería causar temor; tenemos procedimiento más ágiles que en el pasado para empresas quebradas, que no deberían causar excesivo daño económico.
Además, este riesgo provee incentivos para que los proveedores de crédito de las empresas también se opongan a los carteles, pues pone en riesgo la recuperación de sus acreencias en las empresas coludidas.
R. Fischer
Estuve hace poco en Perú y noté que usaban la bocina bastante más que en Chile. Aquí la bocina no se escucha a menudo, y en un viaje de media hora es posible no escuchar ninguna. En India, que visité hace algunos años, los bocinazos son continuos, y mi taxista me explicaba que los automóviles en India tiene bocinas adaptadas a sus condiciones de uso. En el otro extremo, en Alemania es casi imposible escuchar una bocina.
Así que tal vez se pueda medir el desarrollo de un país en bocinazos por minuto.
R. Fischer
Al volver a mi oficina luego de un seminario en la Facultad de Economía y Negocios, pasé frente a un enorme edificio nuevo en calle Tarapacá, de al menos 9 pisos. Era el nuevo edificio del Sindicato de BancoEstado, construido con recursos de alguien.
El sindicato alegará que son las cuotas de los miembros: mi impresión es que la negociación sindical con el BancoEstado incluye las cuotas en el convenio. En tal caso, los chilenos pagamos el nuevo edificio del sindicato. Además de los seis balnearios (Lo Guillaves, Los Queñes, Campo Deportivo Chillán, Puerto Montt, Recinto Lechagua y San Juan), el Estadio en Santiago, así como la reciente alza salarial que se comió las utilidades de un trimestre y le costó el cargo a Guillermo Larraín.
No me hubiera importado que una empresa privada tratara con tanta bondad al sindicato: después de todo, los accionistas deberían reclamar. En el caso de este edificio, son recursos nuestros los que permiten este despliegue.
Lo que pude fotografiar del edificio, que ocupa toda la cuadra de Tarapacá entre Arturo Prat y Serrano.
R. Fischer
Estoy enseñando nuevamente el curso de Historia del Pensamiento Económico, y por lo tanto debo releer el Capital vol. I de nuevo, para las dos a tres sesiones que le dedico en el curso (sé que es poco, pero el curso es de solo medio semestre, es decir 16 clases y comienzo con Platón).
El problema es que, tal vez porque entiendo mejor el modelo económico del volumen I, estoy cada vez más descontento con el modelo económico y con el libro. Hay varias razones:
“(1) Un día laboral de un largo determinado siempre crea la misma cantidad de valor, independientemente de la productividad del trabajo, y de las variaciones en la masa del producto y del precio de cada mercancía producida.
Esto es una tautología, dado que el valor producido corresponde a las horas trabajadas, por lo que a menos que cambie el número de horas de trabajo en un día laboral, no puede haber un cambio en el valor.
“Como, sin embargo, es imposible que solo por la circulación haya una conversión de dinero en capital y que aparezca la plusvalía, es una imposibilidad adquirir capital mediante el comercio, en tanto se intercambien equivalentes. Por lo tanto el origen de este capital debe ser la doble ventaja alcanzada sobre los productores que venden y los que compran, por el comerciante que se interpone parasíticamente [sic] entre ellos.” (Cap V).
Posteriormente, en el capítulo V cita largamente a Aristóteles, que condena por antinatural el préstamo a interés (La Política, Lib I) y en consecuencia a la Banca. Para poner la cita en contexto, pocas páginas antes en el mismo libro, Aristóteles defiende que todos los que no son griegos son por naturaleza esclavos, y desestima a quienes se oponen a la esclavitud.
Tal vez la razón para eliminar los servicios fue para establecer que los capitalistas son puramente parásitos, que no tienen derecho a una remuneración por sus servicios gerenciales (algo que los economistas admitían desde Cantillon). Con eso Marx consigue que el 100% de la plusvalía sea ilegítima, sin tener ninguna componente que corresponda a remuneración por una actividad productiva. Descartar los servicios tiene sus propios problemas, pues quedan fuera del trabajo productivo los profesores de colegio (pese a que, en forma inconsistente, Marx los considera explotados por los dueños de escuelas privadas).
5. La teoría del valor lo lleva a resultados contradictorios, que ya habían sido ya resueltos por Ricardo. Por ejemplo, si se tienen dos trabajadores mineros o agrícolas trabajando en minas o tierras de distinta productividad, el que trabaja en la tierra más productiva va a producir metal o trigo de menor valor por tonelada, porque usa menos trabajo en su producción. Es decir, una onza de oro producida en una mina rica contiene menos valor que la misma onza producida en una mina más pobre. Parafraseando a Marx, esto representa el carácter mítico de las mercancías: dos onzas de oro indistinguibles y con el mismo precio, tienen distinto valor. ¿Qué sentido económico tiene el concepto de valor en tal caso? Ricardo resuelve este problema mediante el concepto de renta diferencial de tierras o minas de distinta productividad. Marx no podía hacerlo y mantener que la única fuente de valor era el trabajo, y por eso nunca (o casi nunca) se refiere a la renta de la tierra y de las minas, salvo para incorporarla como parte de la plusvalía, sin entrar a analizar sus efectos sobre su teoría del valor.
6. Pese a la cantidad de limitaciones de su modelo, lo aplica directamente al mundo real y lo usa para criticar el capitalismo con total desenfado. Critica a los capitalistas por vivir de la plusvalía sin contribuir nada al proceso productivo. El problema es que esto es consecuencia de su definición de trabajo productivo y no de la realidad, ya que excluyó los servicios gerenciales.
Por ejemplo, escribe despectivamente de los capitalistas (nuevamente siguiendo a Aristoteles): “Acumular, acumular, ese es Moisés y los profetas”, para luego criticarlos por vivir en forma fastuosa (y por lo tanto, no acumular tanto como debieran): “[…] su consumo privado es un robo perpetrado a la acumulación”.
En el capitulo XXV escribe sobre el desarrollo y expansión del capitalismo. Según el, esto llevaría a la aparición de un ejercito de reserva de desempleados. Estos competirían con los trabajadores, manteniendo los sueldos bajos. Pero si las remuneraciones de los trabajadores son tan bajas, de que viven los desempleados, que aumentan cada vez más? Más aún, dado que la masa de desempleados es siempre creciente, ¿quién compra los productos de la industria? No pueden ser los capitalistas, pues es una industria de bienes de consumo masivo. Ricardo lo hace mejor, llevando su economía a una gentil decadencia a medida que aumenta el capital.
7. Creo que Marx observó el ejército de desempleados, pero malinterpretó su origen y su evolución futura. Mi hipótesis es que en Inglaterra de mediados del siglo XIX debe haber habido una masiva migración del campo a las ciudades, como ocurrió en China en los últimos veinte años y que solo ahora termina.2 En el campo, estos campesinos viven del autoconsumo y su productividad marginal (de mercado) es baja. Los mayores salarios en la ciudad generan un flujo de personas a las ciudades que están desarrollando industrias y requieren trabajadores. Estas no pueden absorber completamente la migración, aparece el desempleo que mantiene los salarios bajos.
Cuando se acaba el flujo, porque la productividad marginal de los campesinos que restan en el campo se eleva hasta equipararse al de los trabajadores de las ciudades, los salarios comienzan a subir, tal como ocurre en China hoy.3 Creo que Marx observó este proceso de transición y trató de explicarlo como si fuera un aspecto permanente del capitalismo. De otra forma no se entiende como escribe:
“Pero si un exceso de población trabajadora es un producto necesario de la acumulación de capital, o del desarrollo de la riqueza bajo un esquema capitalista, esta población excedentaria se transforma, por el contrario, en un poyo para el desarrollo capitalista, e incluso una condición para la existencia del modo capitalista de producción.” (Cap XXV)
Aunque los países capitalistas tienen desempleo, la historia muestra que los salarios subieron casi constantemente hasta la década de los 70-80 en los países desarrollados, y que sus condiciones de vida, a diferencia de los que Marx suponía, son inimaginablemente mejores.
Creo que Marx no estaba interesado en modelar una economía, sino en construir un esquema teórico que llevara a las conclusiones que deseaba. De otra forma no se comprenden las simplificaciones que se pasan a la rápida, sin describir sus consecuencias para los resultados del modelo. Tampoco el uso de una nomenclatura no estándar que confunde, y la predicción en base a su modelo de consecuencias que no se desprenden lógicamente del modelo. Se pueden admirar sus frases, sus párrafos sobre la vida de los trabajadores infantiles y otras formas de explotación de la época. Por último, se puede admirar el intento de hacer un modelo cerrado de desarrollo capitalista, solo para poder explotarlo ideológicamente, pero el modelo en si mismo no funciona y el autor no advierte a los lectores de sus deficiencias. No creo que haya nada original en mi análisis. Hace un siglo, Bohm-Bawerk hizo una crítica demoledora de la teoría económica de Marx.
Ahora bien si los denominadores son iguales, esta igualdad requiere que , es decir, requiere que las composiciones orgánicas del capital sean iguales en los dos sectores. Ese es un problema insoluble que muestra que la tasa de explotación no es una variable que ayude a entender una economía.
Tal vez un ejemplo numérico ayude. Supongamos L=8 y que s1=s2=2, c1=4, c2=3 y por lo tanto v1=2 y v2=3, para sumar a la jornada laboral. La rentabilidad es de 33.3% en ambos sectores, pero las tasas de explotación son de 100% (2/2) en el sector uno y de 66% (2/3) en el sector 2.
R. Fischer
Como escribí en mi correo anterior, hace mucho tiempo, el Centro de Economía Aplicada (CEA) desarrolló una propuesta para financiar la educación superior que no tenía los problemas de la gratuidad. La ventaja es que los estudiantes que lo desearan podían asistir a la universidad, sin tener que enfrentar posteriormente deudas que excedieran lo que podían pagar. La propuesta no era original sino un desarrollo basado en ideas de otros. No es una creación del CEA, pero su adaptación a Chile merece ser rescatada en un momento en que hay mucha discusión de procedimientos a falta de ideas razonables.
La idea es bastante sencilla, pero requiere de un sistema moderno de impuestos para poder implementarlo fácilmente. No resuelve todos los problemas de incentivos que aparecen con la educación gratuita, pero los reduce.
Un ejemplo: no se paga la sobretasa si el ingreso mensual es menor a $600.000. A partir de este ingreso, se paga una sobretasa impositiva de 5%, que aumenta hasta el 10% de los ingresos al llegar a $1.5 millones o más.
Este esquema no tiene los problemas de los préstamos con pagos no contingentes en el ingreso usadas hasta ahora, que hacen que los estudiantes deban pagar aunque tengan ingresos bajos.
Impuestos internos cobraría usando su información de los ingresos del egresado, y nunca deberían haber problemas para pagar, pues solo se paga si los ingresos son suficientemente altos. Aquellas carreras en que las remuneraciones usuales son bajas, pero que son valoradas por la sociedad, recibirán un subsidio. Es probable que la mayoría de los egresados de carreras humanistas o de artes no paguen por sus estudios, o paguen un fracción pequeña del costo de ellos.
Consideremos ahora la gratuidad y sus problemas. La gratuidad no solo es regresiva vertical y horizontalmente, sino que además entrega malos incentivos a todo el sistema universitario, incluyendo académicos, estudiantes y Estado.
La única ventaja de la gratuidad es que es una medida popular ente los estudiantes que protestan: eso no la hace una buena medida, salvo para conseguir votos.
Es una propuesta progresiva: pagan más los que terminan con mayores ingresos. Es sustentable, porque no tiene los malos incentivos de la gratuidad: los estudiantes desean terminar sus carreras a tiempo, y deciden apropiadamente si estudiar carreras técnicas o universitarias. Además, le devuelven parte del costo de sus estudios al Estado. Dado que el Estado no es la única fuente de recursos de las universidades, éstas mantienen su autonomía, la posibilidad de creación docente, y la capacidad de investigar sin depender directamente de los recursos del Estado. Tampoco hay incentivos para estudiar carreras a medias, porque si los ingresos posteriores son altos, igual deben pagar la sobretasa.
Es además una propuesta que subsidia las actividades que son valoradas socialmente (o que producen muchas externalidades), pero que generan bajos ingresos. Si el ingreso después de recibirse de una carrera como Artes, humanidades o pedagogía es bajo, el egresado no tiene que pagar, o paga poco.
Elegir la gratuidad de los estudios terciarios pese a que existen alternativas superiores en todas las dimensiones no tiene justificación, salvo la ideología, la tontera o la ignorancia.
Aprendí algo nuevo, pero muy apropiado para el país, por casualidad. En el Financial Times hay una columna de Lawrence Summers en que cita la siguiente carta de Keynes:
“Businessmen … are … at the same time allured and terrified by the glare of publicity, easily persuaded to be ‘patriots’, perplexed, bemused, indeed terrified, yet only too anxious to take a cheerful view, vain perhaps but very unsure of themselves, pathetically responsive to a kind word. You could do anything you liked with them, if you would treat them (even the big ones), not as wolves or tigers, but as domestic animals by nature, even though they have been badly brought up and not trained as you would wish… If you work them into the surly, obstinate, terrified mood, of which domestic animals, wrongly handled, are so capable, the nation’s burdens will not get carried to market; and in the end public opinion will veer their way.”
Una mala y rápida traducción mía sería:
“Los hombres de negocios se ven, al mismo tiempo, atraídos y aterrados por la luz deslumbrante de la publicidad, fácilmente persuadidos de ser ‘patriotas’, perplejos, intrigados e incluso aterrados, pero siempre dispuestos a la mirada optimista, vanidosos tal vez, pero siempre inseguros, respondiendo patéticamente a la menor palabra amable. Se puede hacer lo que se quiera con ellos, si se los trata (incluso a los más importantes), no como si fueran lobos o leones, sino como animales domésticos por su naturaleza, pese a que han sido mal educados y no entrenados como sería deseable. Si un mal manejo los deja con mal humor, obstinados o aterrados, tal como es fácil que ocurra con animales domésticos, las cargas de la nación no serán llevadas al mercado y al final la opinión pública les hará caso.”
Lo que según Summers, indicaría que la confianza empresarial es el mejor estímulo de la economía.
R. Fischer
Uno de los aspectos más desagradables de la actual situación de la Universidad de Chile –y tal vez del país– es la total oposición de los grupos que promueven reformas a reflexionar y pensar cuidadosamente en lo que están haciendo. He asistido y participado en varios foros sobre la reforma de los Estatutos de la Universidad de Chile. El nivel de la discusión de los proponentes de la triestamentalidad es lo opuesto a lo que se espera en la universidad de Bello. El diálogo informado no existe, solo aseveraciones.
Incluso más descorazonante que la repetición de frases hechas, propaganda y medias verdades es la total ausencia de referencias a las críticas a la propuesta. Los Foros, en vez de ser un lugar en que las ideas se confrontan, se han transformado en un simple lugar de declaraciones de los proponentes de la reforma, sin ningún intento de discutir los temas relevados.
En un reciente foro sobre formas de Gobierno Universitario, los opositores daban argumentos tanto de razón como basados en las experiencias de distintos esquemas de gobierno universitario para oponerse a la triestamentalidad. Uno de los exponentes de los cambios –Senador Universitario– esquivó totalmente los argumentos, y solo habló de la historia de la U. de Chile. Según el, la triestamentalidad es parte de la tradición de la U. de Chile.1 El Senador nunca aludió a las razones que podrían tener quienes se oponen a la triestamentalidad. Como basó su argumento solo en la historia y la tradición, es imposible discutir, ya que no presentó razones a favor de la triestamentalidad. El honesto representante de los alumnos tampoco dio espacio para que lo rebatiesen, al exponer propaganda. La representante de los funcionarios habló como sindicalista (muy legítimo por los demás), pero fue otro ejemplo de frases hechas para explicar su apoyo a la triestamentalidad, sin intentar un examen de alternativas ni dar razones de por qué son peores que su propuesta.
Hace un mes tuve la suerte –buena o mala– de ser invitado a un Foro sobre Financiamiento de la Educación Superior. Es un tema que nos preocupó hace años en el Centro de Economía Aplicada (CEA). Preparé cuidadosamente mis argumentos sobre como financiar la Educación Superior, incluyendo una propuesta de financiamiento estudiantil que el CEA había analizado hace unos quince años y que me parece aún válida.2
En mis argumentos describí los riesgos para la autonomía y calidad de la universidad de depender casi exclusivamente de recursos del gobierno, los problemas de incentivos que crea la gratuidad y todos los otros problemas de calidad que tienen las Universitaria de dependen en forma casi exclusiva de recursos del Estado. Contrasté esos resultados con las ventajas de la propuesta alternativa. Hice lo que creo debe hacer una persona que participa honestamente en un Foro en la Universidad de Chile: analizar seriamente las propuestas alternativas, presentar sus deficiencias, y describir otra propuesta que no tiene esas fallas.
Conozco al Rector desde hace mucho,3 y sabía que sería difícil que respondiera a una propuesta distinta de su preferencia por la gratuidad y la dependencia de los recursos del Estado. Por eso, al comienzo de mi presentación propuse que en un Foro académico se debían debatir los argumentos, y no solo aseverar, y que en la Universidad se debía usar la lógica y no la argumentación historicista o teleológica.
Cuando fue su turno (luego de una buena presentación de Carlos Peña) nuestro Rector subió al estrado y comenzó: Ronald sugiere que usemos lógica en la argumentación. Estoy de acuerdo, pero no hay que exagerar, porque “recordemos que Hitler, Stalin y Friedman usaban la lógica.” Y luego, en su presentación se olvidó de los argumentos de los demás participantes. Su discurso propuso que la Universidad de Chile y el sistema universitario como un todo debían dar un gigantesco salto atrás, hacia la década de su juventud universitaria. No dio argumentos; aseveró. No se refirió a los riesgos de una dependencia total de los recursos del Estado para la universidad, porque no existen, según el Rector. Un ejemplo de ausencia de diálogo, y dificultad para escuchar a los críticos.
Es interesante analizar su frase sobre las desventajas de la lógica. Es factualmente errónea; si alguien cree sinceramente que Hitler y Stalin usaban lógica en sus decisiones, debe leer más historia. Pero además tiene un error de categoría; por mucho que Friedman no fuera del agrado del Rector, eso no permite unirlo a los dos monstruos. Es un error de lógica equivalente a que en una conversación sobre grandes inteligencias, alguien mencionara conjuntamente a Darwin, Einstein y Vivaldi. Nuestro Rector es inteligente, pero no está en esa categoría.
R. Fischer
Estoy leyendo la Teoría de los Sentimientos Morales, de Adam Smith, como un complemento a la preparación del curso de Historia del Pensamiento Económico. Smith escribe con largas frases (u oraciones, como me enseñaron y nunca quise aprender) elegantes que obligan a subrayar todo el texto por su sentido y forma.
En la sección en que compara las virtudes de la Justicia y la Beneficencia, señala que la Beneficencia no puede ser obligada; solo puede ser el producto de la voluntad. Ejemplos de Beneficencia son el afecto de un padre por un hijo, o el de un hijo a sus padres, el cariño entre hermanos, o la compasión por el prójimo en desgracia. Nadie puede ser obligado a ser un ejemplo de esta virtud, aunque su carencia es causa de una mala opinión de los demás, pero no de castigo.
A continuación señala que el príncipe/magistrado –la autoridad– puede obligar a ciertos mínimos de Beneficencia, obligando a los padres a mantener a sus hijos, que los hijos ayuden a los padres en su ancianidad, obligaciones hacia los pobres (las Poor Laws) y otras de este tipo. Esto transforma en un asunto de Justicia un tema relacionado con la Beneficencia. Pero señala que entre todas las obligaciones de un legislador, esta es la que requiere más delicadeza y juicio:
“To neglect it altogether exposes the commonwealth to many gross disorders and shocking enormities, and to push it too far is destructive of all liberty, security, and justice.”
Alberto Mayol: política y poder
R. Fischer
Hace poco leí la siguiente frase en El Mostrador:
“Pues bien, habrá que señalar a los ‘teóricos’ del ‘realismo bacheletista’ que la primera tesis del verdadero realismo político es que se debe acumular poder; la segunda, que siempre hay conflicto; y la tercera, que las instituciones políticas deben ser más fuertes que otras entidades (no políticas).” Alberto Mayol.
Alberto Mayol: política y poder
Me quedé pensando en la obsesión de la izquierda dura con el poder, con como alcanzarlo y como conservarlo una vez obtenido.1 No es que estos grupos sepan que hacer con el: las propuestas de gobierno de esta parte de la izquierda son poco realistas e incoherentes. Usualmente conducen a la decadencia y a la pobreza de los países, a menudo a la pérdida de libertades, y a veces a las dictaduras socialistas del siglo 20 y sus matanzas.
No es necesario ser observador para notar que los únicos países con gobiernos socialistas que han tenido éxito han sido los que tienen economías capitalistas, donde la etiqueta de socialista solo sirve para conservar el poder. Y que esos mismos países, cuando en el pasado aplicaron ideas de la izquierda dura, causaron decenas de millones de muertes, hambruna y sufrimiento inútil.
La falta de ideas apropiadas y coherentes sobre como gobernar una vez obtenido el poder ya está presente en Marx. Marx promete una revolución casi pacífica, que cae de madura en un capitalismo avanzado de monopolios. Pero no dice nada sobre como se organiza la sociedad luego de esta toma de los medios de producción, salvo algunas frases que suenan bien: individuos que podrán dedicarse a distintas actividades durante el día (pescar, pintar, escribir, etc). Era la utopía de un intelectual y no creo que a la mayor parte de las personas les parezca un mundo ideal.
Me parece que fue Lenin fue quién primero estableció que el problema de la izquierda dura era el de alcanzar el poder.2 Para ello diseñó las reglas de un Partido con estructura celular, que infiltra sindicatos y otras organizaciones y crea organismos de fachada que supuestamente son independientes. Es un partido sin democracia interna y cuyo objetivo es tomarse el poder. Sus planes sobre qué hacer con el poder no son específicos. Es por ello que una vez alcanzado el poder, las decisiones quedaron sujetas a la improvisación de los dirigentes máximos, que luego les dieron un aire seudo-científico citando al pobre Marx.
Gramsci dedica casi todo su trabajo intelectual al tema de como alcanzar el poder y sugiere que es necesario tomarse la cultura, e incorporar a los intelectuales y a los artistas. Ello permitiría que ideas y mensajes del partido se integren a la cultura de la sociedad como axiomas y no se discutieran. En general esto ha sido bien logrado.
Gramsci, como Lenin, no acepta la posición de Marx de esperar hasta que el capitalismo se caiga de maduro: para acabar con el sufrimiento de campesinos y proletarios es necesario actuar ahora consiguiendo el poder. Pero Gramsci tampoco escribe nada relevante sobre que hacer luego de obtenerlo.
Es una extraña obsesión por estudiar como conseguir el poder, y sobre como no perderlo una vez alcanzado. Pero no hay un análisis igualmente sofisticado de cómo usarlo para alcanzar el porvenir radiante que prometen.
Notas:
1.Quiero ser específico en separar esta izquierda de la izquierda “concertacionista”, o social demócrata, que no tiene este problema, o cuando lo tiene es solo una desviación momentánea de principios razonables, en las que solo el mayor valor asignado a la equidad la diferencia de lógicas más centristas o derechistas (y aquí pienso solo en la derecha liberal).
2. La obsesión con el poder explica el poco valor que la izquierda dura le otorga a la libertad de las personas, salvo en forma declarativa. Siempre hay bienes colectivos –manejados por quienes detentan el poder– que con más valiosos.
2. En esta nota he hecho algo de lo que no estoy orgulloso: critico a quienes no he leído (Lenin y Gramsci). Pero a diferencia de Marx, que analiza en forma coherente (aunque errada) la evolución de un sistema económico y social, Lenin y Gramsci se concentran en el problema de los métodos para alcanzar el poder, un tema que no me atrae. Gramsci tiene ideas novedosas sobre la forma en que los intelectuales influyen en la sociedad (aunque tal vez provengan de Croce) y debería leerlo.