Es común oír que nuestro país tiene el problema de exportar productos con poco valor agregado. Se nos dice que solo exportamos recursos naturales o sus derivados: cobre, hierro, molibdeno, salitre, salmones, frutas diversas y productos forestales. Se nos da el ejemplo de los países de Asia, que tienen menos desigualdad y crecen más rápido, sin disponer de recursos naturales. En cambio nosotros casi no tenemos productos industriales de exportación, a menos que consideremos la celulosa como un producto de alto valor agregado. Solo podemos exportar productos industriales a nuestros vecinos, a menudo porque tenemos ventajas arancelarias.
Se podría seguir enumerando nuestras deficiencias económicas, en opinión de esos críticos. Y no son críticos sin importancia, pues su influencia ha hecho que dediquemos bastantes recursos a tratar de resolver este problema. Por ejemplo, Corfo ha creado el Programa Nacional de Clusters para concentrar nuestros esfuerzos de innovación tecnológica en algunos sectores en los que supuestamente tenemos ventajas. Esto no es fácil: Australia, que también exporta recursos naturales, lleva 60 años intentando agregar valor a sus exportaciones, a enorme costo, pero sin obtener resultados satisfactorios.
Pero tal vez el problema no sea tal. Si se piensa que disponemos de abundantes recursos natuearles, y relativamente poco trabajo y capital, especialmente capital humano, es razonable que nuestra economía aproveche sus recursos abundantes, tal como los países asiáticos aprovechan el trabajo, que es su recurso abundante.
Invertir nuestro escaso capital en tratar de desarrollar en forma forzada una industria nacional es un error caro. Por ejemplo, en forma natural se ha desarrollado un sector de servicios bastante sofisticados en apoyo a la minería, a la salmonicultura y a otras industrias de exportación. Es lo que se llama encadenamiento hacia atrás del sector exportador, a diferencia del encadenamiento hacia adelante, tratando de agregar valor a nuestras exportaciones. Esta última estrategia siempre ha fracasado, a menos que resulte naturalmente, por decisiones propias de los exportadores.
Además, tenemos algunos sectores bastante sofisticados, al menos a nivel Latinoamericano: el sector distribución y los servicios, como los que sirven a la industria exportadora. Estos sectores han tenido éxito en otros países, sin recibir ayuda del Estado. En conclusión, no parece una buena estrategia la de esforzarse por incorporar valor agregado a las exportaciones, a menos que ello sea algo que las empresas exportadoras desean hacer por si mismas.
Esta discusión será continuada y profundizada en el futuro